Compartimos aquí párrafos de la homilía de Benedicto XVI en la Misa de canonización de seis beatos. Una de ellos es una clarisa, la hermana Bautista Camila Varano. Puedes leer aquí también la parte en la que Benedicto XVI se refirió a ella.
La liturgia de este domingo nos ofrece una enseñanza fundamental: la necesidad de rezar siempre, sin cansarse. A veces nosotros nos cansamos de rezar, tenemos la impresión de que la oración no es tan útil para la vida, que es poco eficaz. Por eso somos tentados a dedicarnos a la actividad, a emplear todos los medios humanos para lograr nuestros objetivos, y no recurrimos a Dios. Jesús en cambio afirma que es necesario rezar siempre, y lo hace mediante una específica parábola. (cf. Lc 18, 1-8).
Ésta habla de un juez que no teme a Dios y no tiene cuidado por ninguno, un juez que no tiene una actitud positiva, sino que busca sólo el propio interés. No tiene temor al juicio de Dios y no tiene respeto por el prójimo. El otro personaje es una viuda, una persona en una situación de debilidad. En la Biblia, la viuda y el huérfano son las categorías más necesitadas, porque están indefensas y sin medios. La viuda va al juez y le pide justicia. Sus posibilidades de ser escuchada son casi nulas, porque el juez la desprecia y ella no puede hacer ninguna presión sobre él. Y menos apelar a principios religiosos, porque el juez no teme a Dios. Por eso esta viuda parece privada de toda posibilidad. Pero ella insiste, pide sin cansarse, es inoportuna, y así al fin logra obtener del juez el resultado. En este punto Jesús hace una reflexión, usando el argumento a fortiori [=con mayor razón; cuanto más]: si un juez injusto al final se deja convencer por la súplica de una viuda, cuanto más Dios, que es bueno, escuchará a quien le ruega. Dios de hecho es la generosidad en persona, es misericordioso, y por tanto está siempre dispuesto a escuchar las oraciones. Por tanto, nunca debemos desesperar, sino insistir siempre en la oración.
La conclusión del pasaje evangélico habla de la fe: “Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lc 18,8). Es una pregunta que quiere suscitar un aumento de fe por nuestra parte. Está claro de hecho que la oración debe ser expresión de fe, en caso contrario no es verdadera oración. Si uno no cree en la bondad de Dios, no puede rezar de una manera verdaderamente adecuada. La fe es esencial como base de la actitud de la oración.
Santa Battista Camilla Varano, monja clarisa del siglo XV, testimonió acabadamente el sentido evangélico de la vida, especialmente perseverando en la oración. Habiendo entrado a los 23 años en el monasterio de Urbino, se insertó como protagonista en ese vasto movimiento de reforma de la espiritualidad femenina franciscana que intentaba recuperar plenamente el carisma de santa Clara de Asís. Promovió nuevas fundaciones monásticas en Camerino, donde fue elegida abadesa varias veces, en Fermo y en San Severino. La vida de santa Battista, totalmente inmersa en las profundidades divinas, fue una ascensión constante en el camino de la perfección, con un amor heroico a Dios y al prójimo. Estuvo marcada por grandes sufrimientos y místicas consolaciones; había decidido de hecho, como ella misma escribe, “entrar en el Sacratísimo Corazón de Jesús y ahogarse en el océano de sus acerbísimos sufrimientos”. En un momento en que la Iglesia sufría un relajamiento de las costumbres, ella recorre con decisión el camino de la penitencia y de la oración, animada por el ardiente deseo de renovación del Cuerpo místico de Cristo.
jueves, 21 de octubre de 2010
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