viernes, 30 de noviembre de 2007

Primera Lectura del Dgo. 2 de Dic.


Isaías 2, 1-5

Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén:
Sucederá al fin de los tiempos,
que la montaña de la Casa del Señor
será afianzada sobre la cumbre de las montañas
y se elevará por encima de las colinas.
Todas las naciones afluirán hacia ella
y acudirán pueblos numerosos, que dirán:
«¡Vengan, subamos a la montaña del Señor,
a la Casa del Dios de Jacob!
Él nos instruirá en sus caminos
y caminaremos por sus sendas».
Porque de Sión saldrá la Ley,
y de Jerusalén, la palabra del Señor.
Él será juez entre las naciones
y árbitro de pueblos numerosos.
Con sus espadas forjarán arados
y podaderas con sus lanzas.
No levantará la espada una nación contra otra
ni se adiestrarán más para la guerra.
¡Ven, casa de Jacob,
y caminemos a la luz del Señor!

Salmo del Dgo. 2 de Dic.

Salmo 121, 1-2. 4-9

R. Vamos con alegría a la Casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor»!
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.

Allí suben las tribus, las tribus del Señor
para celebrar el nombre del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.

Auguren la paz a Jerusalén:
«¡Vivan seguros los que te aman!
¡Haya paz en tus muros
y seguridad en tus palacios!»

Por amor a mis hermanos y amigos,
diré: «La paz esté contigo».
Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios,
buscaré tu felicidad.

Segunda Lectura del Dgo. 2 de Dic.

Romanos 13, 11-14a

Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de que se despierten, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz. Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo.

Evangelio del Dgo. 2 de Dic.

Mateo 24, 37-44

Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada».

...hoy estarás conmigo en el Paraiso

Al final del año Litúrgico, en esta última semana, miramos hacia delante, hasta los últimos días. El último día del "buen ladrón" mejor no podría haber sido, en todos los sentidos y sobre todo en el único que interesa, el definitivo; en el tiempo justo para él se encontró con el Señor de la Vida y lo recibió humilde y confiado; el otro lo rechazó. Mi último día es también una realidad -hojas más, hojas menos del calendario-; mi tiempo justo será otro -o ya puntualmente habrá sido y sigue "andando"- pero tengo la certeza de que hay uno para mí en el designio de Amor del Padre, por eso la responsabilidad, la respuesta que no yo sólo sino asistido por la gracia, por el Espíritu, puedo dar en humildad y lleno de confianza. Es ese día -el último- que en mi mirada proyectada lo puedo poner hoy delante de mí. Es bueno caer en la cuenta de esta realidad finita, limitada, que soy pero capaz de vivir en comunión con Dios infinitamente bueno y misericordioso que es Espíritu -intangible- y que se hace encontradizo en la relación con los hermanos -conversión y penitencia mediante-, como realidad concreta y a la vez abierta a la eternidad. Sobre este acontecimiento personal, la Pascua de cada uno, sobre aquel día, el Papa Benedicto nos da una mirada muy hermosa en su reciente Encíclica Spe salvi en los nn 41-48. Ese día que será de gozo para los justos y que en el hoy de mi historia me invita a la responsabilidad -en esperanza y con alegría-, es el día del Juicio para mi, al final de mis días y hoy no sólo como meta a la que tiendo sino como meta que, interiorizada, se hace aliento y sostén del peregrinar; Juicio de amor y misericordia infinitos, cielos nuevos y tierra nueva.
Si bien cada tiempo del año Litúrgico tiene un tema determinado sobre el que cae el acento es muy bueno tenerlos presente en todo tiempo, de un modo sencillo, pero "performativo" como dice Benedicto XVI refiriéndose al mensaje cristiano en la Encíclica, es decir temas que logran dar forma a mi vida, que la transforman y no sólo me informan.
El reinado del Señor en trono tan glorioso, su cruz santa, nos aliente a ser dignos de semejante honor, como es el compartir sus sufrimientos salvadores con corazón puro y con la fortaleza de la alegría del Espíritu.
Se inicia el tiempo de Adviento -en el ciclo litúrgico de Navidad- y con él comenzamos un nuevo año litúrgico. Cuatro semanas en las que rememoramos las venidas del Señor. En las tres primeras semanas el énfasis se pone más en la segunda venida, la Parusía; estamos en este tiempo en la Iglesia, en tensión esperando la segunda venida del Señor. En la semana del 17 al 24, miramos más la primera venida, humilde y pequeñita, en Belén. Nos preparamos así para festejar la Navidad.
Recomiendo la lectura de la Encíclica mencionada Spe salvi, la podés encontrar en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html

viernes, 23 de noviembre de 2007

Compartiendo la escucha. Animate y escribí.

Qué bueno si luego de "rumiar" la Escritura, que te busca para que la escuches en la Liturgia del Domingo, te animaras a escribirme. Alguna frase o palabra que te llegó mucho, una oración que te surgió a partir de un versículo; una mirada nueva sobre algo que vives; algo del Señor que conoces ahora o que ya conocías pero ahora lo ves mejor; sobre la Iglesia, la familia o la comunidad; sobre la vida de nuestra Nación en algunas de sus múltiples y grandes realidades; sobre la Escritura misma que acabas de recibir, sobre ... si te sale del corazón, te das cuenta todo lo valioso que es lo que te escuchas dentro. Qué bueno si logras escribirte a vos lo que se moviliza en vos al escuchar y mejor si me lo compartes, lo espero.
Podés entrar en "comentarios" (que está al pie de cada Lectura que posteo) si deseas compartirlo con otros, o ponerlo en mi correo fraycesar@gmail.com .

Primera Lectura Dgo. 25 de Nov.

Samuel 5, 1-3

Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: «¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: "Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel"».
Todos los ancianos de Israel se presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció con ellos un pacto en Hebrón, delante del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.

Salmo del Dgo. 25 de Nov.

Salmo 121, 1-2.4-5

R. ¡Vamos con alegría a la casa del Señor!

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.

Allí suben las tribus, las tribus del Señor,
según es norma en Israel,
para celebrar el Nombre del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.

Segunda Lectura Dgo. 25 de Nov.

Colosenses 1, 12-20

Demos gracias al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos. Porque Él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados.

Él es la Imagen del Dios invisible,
el Primogénito de toda la creación,
porque en Él fueron creadas todas las cosas,
tanto en el cielo como en la tierra,
los seres visibles y los invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades:
todo fue creado por medio de Él y para Él.
Él existe antes que todas las cosas
y todo subsiste en Él.
Él es también la Cabeza del Cuerpo,
es decir, de la Iglesia.
Él es el Principio,
el Primero que resucitó de entre los muertos,
a fin de que Él tuviera la primacía en todo,
porque Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud.
Por Él quiso reconciliar consigo
todo lo que existe en la tierra y en el cielo,
restableciendo la paz por la sangre de su cruz.

Evangelio del Dgo. 25 de Nov. - Solemnidad de Cristo Rey

Lucas 23, 35-43

Después que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!»
También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!»
Sobre su cabeza había una inscripción: «Éste es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo».
Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino».
Él respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Gracias a la constancia salvarán sus vidas

Si bien en el Evangelio del domingo la constancia viene aconsejada para sostenerse y alcanzar la meta mientras se atraviesan tiempos difíciles, también es bueno recordarla y practicarla en tiempos de bonanza. Los signos de destrucción, los hechos que amenazan con acabar con nosotros, disparan habitualmente acciones diversas en busca de auxilio que se orientan a lo más fuerte y a la vez accesible que podamos avistar y las más de las veces terminamos estallando en clamores al Señor y prometiéndonos re instalarnos en la constancia, en la fidelidad. Es más sutil, cuando nada nos falta y algunas cosas nos sobran, la manera en que esta constancia se ve quebrada en medio de la seguridad que nos proporcionan los bienes pasajeros. Ya en la historia del Pueblo de la Primera Alianza aparece esta recomendación de no olvidar al Señor cuando alcanzaran la tierra que mana leche y miel, dejando atrás como si fuese de otro pueblo la experiencia de esclavitud en Egipto o si se la considerara, recordándola pensando que es sólo obra y virtud de ellos la liberación. En medio de hechos muy violentos y contextos sociales cada vez más vacíos de valores, no pocas veces y por la enorme oferta de bienes que entre la tecnología y el mercado se riegan en todas las clases sociales, es fácil caer en aquella "seguridad" fundada en una aparente bonanza.
Como resonancia también dejar aquí el sentido que tienen estas pruebas: permitirnos dar testimonio del Señor, de nuestro amor a su Amor. Es claro además que para sostenernos en esta constancia está siempre toda su asistencia y que viene desde muy dentro, aún antes de pedírsela.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Primera Lectura del Dgo. 18 de Nov.

Malaquías 3, 18-20a

Llega el Día, abrasador como un horno. Todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja; el Día que llega los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos.

Salmo del Dgo. 18 de Nov.

Salmo 97, 5-9

R. El Señor viene a gobernar los pueblos.

Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey.

Resuene el mar y todo lo que hay en él,
el mundo y todos sus habitantes;
aplaudan las corrientes del océano,
griten de gozo las montañas al unísono.

Griten de gozo delante del Señor,
porque Él viene a gobernar la tierra;
Él gobernará el mundo con justicia,
y los pueblos con rectitud.

Segunda Lectura del Dgo. 18 de Nov.

2 Tes 3, 6-12

Hermanos:
Les ordenamos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa, contrariamente a la enseñanza que recibieron de nosotros. Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos holgazanes, y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar.
En aquella ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma. Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A éstos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan.

Evangelio del Dgo. 18 de Nov.

Lucas 21, 5-19

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra; todo será destruido».
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?»
Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y también: "El tiempo está cerca". No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».
Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque Yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas».

San Jerónimo

En las catequesis de los miércoles 7 y 14 de noviembre el Papa Benedicto XVI se refirió a San Jerónimo, pueden acceder a estas catequesis en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2007/index_sp.htm . Espero que su lectura ayude en el amor a la Sagrada Escritura.

La tumba vacía

Aquel amanecer, aquella madrugada santa -absolutamente nueva y definitiva- en la que Jesucristo se levanta y es levantado -y con él nosotros- de la muerte, es el alba de la historia, es el despertar de cada uno y de todos los que despiertan, despertaron o despertarán a la plenitud de lo que Dios siempre pensó y quiso para nosotros. En esta semana que pasó tuve encuentros -dando vueltas por parte de nuestra enorme Argentina- que pusieron concretez a este misterio, iluminante con una luz de siete soles al mediodía, en vidas de hermanos que dejaron tumbas vacías. En sus caminos, como en los nuestros, con sucesivas muertes nuevas para dejar tumbas viejas, se vaciaron de la cárcel, la enfermedad, la falta de perdón y reconciliación... cada vez con una resonancia intensa de aquella madrugada única del Resucitado, como fuente que mana sin pausa ni fatiga en el corazón y las vidas -esperando nuestra sed- marcando con sello indeleble la alegría de la Pascua y así maduran poco a poco la memoria ahora agradecida de heridas que van sanando. En el proceso vivido en estas situaciones -tiempos de lucha intensa- se puede ver la fidelidad, la fe de cada uno rescatada de la dispersión en algún caso, sostenida y fortalecida en otros, como los muchachos de la primera lectura del domingo pasado «con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por Él», una esperanza de encontrarse con la Presencia vivificante, como rezamos en el salmo «y al despertar, me saciaré de tu presencia». Al final, lo que han vivido -ya sea un desvío o una prueba, según el caso- siendo muy amargo se convierte en una experiencia agraciada por la paz que se alcanza al superarla y, a la vez, nos muestra algo de la promesa para el final de la carrera, aquella paz que supera todo lo que se pueda pensar o esperar. Qué bueno para aquellas dudas nuestras que a veces pueden surgir parecido a los saduceos que negaban la resurrección. Se puede "escuchar", con oído espiritual y como en un canto, «que Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos en efecto, viven para Él».

viernes, 9 de noviembre de 2007

Beatificación de Ceferino Namuncurá

Homilía del Cardenal Bertone en la Misa de Beatificación de Ceferino Namuncurá www.namuncura.wordpress.com

Primera Lectura Dgo. 11 de Nov.

Macabeos 6,1; 7, 1-2. 9-14

El Rey Antíoco envió a un consejero ateniense para que obligara a los judíos a abandonar las costumbres de sus padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios.
Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, fragelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: «¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres».
Una vez que el primero murió, llevaron al suplicio al segundo. Y cuando estaba por dar su último suspiro, dijo: «Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes».
Después de éste, fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: «Yo he recibido estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de Él». El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos.
Una vez que murió éste, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: «Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por Él. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida»

Salmo del Dgo. 11 de Nov.

Salmo 16, 1.5-6.8b.15

R. ¡Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia!

Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad.

Mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados:
¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!
Yo te invoco, Dios mío, porque Tú me respondes:
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.

Escóndeme a la sombra de tus alas.
Pero yo, por tu justicia,
contemplaré tu rostro,
y al despertar, me saciaré de tu presencia.

Segunda Lectura Dgo. 11 de Nov.

2 Tes 2, 16-3,5

Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena.
Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tienen fe.
Pero el Señor es fiel: Él los fortalecerá y los preservará del maligno. Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras disposiciones.
Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo.

Evangelio Dgo. 11 de Nov.

Lucas 20, 27-38

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: "Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda". Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos en efecto, viven para Él».

jueves, 8 de noviembre de 2007

El quería, él deseaba, ver a Jesús

Qué decisivo, qué hermoso, qué fuerte es este deseo que irrumpe en el corazón de Zaqueo. Desencadena en él un movimiento que transforma todo lo que él es y vive gracias al encuentro que se da y experimenta con Jesús, el Hijo de Dios. Para nosotros es interesante también ver cómo vence lo que impediría este encuentro, cómo le es evidente la dificultad, "a causa de la multitud, porque era de baja estatura". Es muy bueno discernir y conocer el obstáculo mío, el personal; en Zaqueo es ese, es uno, en mí ¿cuál es?. Mejor aún es recibir como un don, como "el don", este deseo de ver a Jesús, y dejarme movilizar por este impulso interior y si todavía no lo he vivido así o lo dejé pasar, me conviene pedirlo - sin dudar y agradeciéndolo como si ya se me hubiese concedido- y vigilar para que de en mí los frutos que dió en Zaqueo. Uno de los frutos en él de esta conversión es volverse solidario. Luego de reparar convenientemente su falta, comienza a volcar en la gran familia -en los más pobres que él- una parte de su fortuna. Nosotros además de nuestros recursos, que quizá no sean como los de Zaqueo, podemos aportar nuestros talentos y parte de nuestro tiempo para dar vida a la comunidad sobre todo a la eclesial.

Ponemos en el corazón el Salmo para repetírnoslo y decírselo al Señor Dios, Sumo Bien, con la alegría que nace de la esperanza mientras los ecos de las lecturas nos llenan de sabiduría.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Primera Lectura Dgo. 4 de Nov.

Sabiduría 11, 22-12,2

Señor, el mundo entero es delante de ti como un grano de polvo que apenas inclina la balanza, como una gota de rocío matinal que cae sobre la tierra. Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan. Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho, porque si hubieras odiado algo, no lo habrías creado. ¿Cómo podría subsistir una cosa si Tú no quisieras? ¿Cómo se conservaría si no la hubieras llamado? Pero Tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida, porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas. Por eso reprendes poco a poco a los que caen, y los amonestas recordándoles sus pecados, para que se aparten del mal y crean en ti, Señor.

Salmo Dgo. 4 de Nov.

Salmo 144, 1-2. 8-11. 13c-14

R. Bendeciré al Señor siempre y en todo lugar.

Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey,
y bendeciré tu Nombre eternamente;
día tras día te bendeciré,
y alabaré tu Nombre sin cesar.

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus criaturas.

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

El Señor es fiel en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que caen
y endereza a los que están encorvados.

Segunda Lectura Dgo. 4 de Nov.

2 Tes 1, 11-2, 2

Rogamos constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe. Así el Nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en Él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, les rogamos, hermanos, que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado.

Evangelio del Domingo 4 de nov.

Lucas 19, 1-10

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más».
Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido»