«No se quejen los unos de los otros» nos exhorta Santiago y está muy buena esta recomendación; más bien ejercitar la paciencia, con fortaleza y ternura. ¿Por qué desconfiar de uno mismo en este punto y dejar pasar la ocasión del anuncio? La queja se enciende en el contacto con la fragilidad del otro, con sus defectos, con su pecado incluso, cuando nos encuentra débiles y vacíos de Espíritu. El anuncio se inspira y se hace posible en ese mismo contacto fraterno desde la Palabra, en la comunicación de la Palabra sobre todo con la actitud de vida. Así también puedo leer la bienaventuranza del Evangelio de este tercer Domingo «¡feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!»
Que sea Él para nosotros la fuente de la alegría y el fortalecimiento en la paciencia, para poder anunciar así la Buena Noticia a los pobres.
jueves, 20 de diciembre de 2007
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