viernes, 30 de noviembre de 2007

...hoy estarás conmigo en el Paraiso

Al final del año Litúrgico, en esta última semana, miramos hacia delante, hasta los últimos días. El último día del "buen ladrón" mejor no podría haber sido, en todos los sentidos y sobre todo en el único que interesa, el definitivo; en el tiempo justo para él se encontró con el Señor de la Vida y lo recibió humilde y confiado; el otro lo rechazó. Mi último día es también una realidad -hojas más, hojas menos del calendario-; mi tiempo justo será otro -o ya puntualmente habrá sido y sigue "andando"- pero tengo la certeza de que hay uno para mí en el designio de Amor del Padre, por eso la responsabilidad, la respuesta que no yo sólo sino asistido por la gracia, por el Espíritu, puedo dar en humildad y lleno de confianza. Es ese día -el último- que en mi mirada proyectada lo puedo poner hoy delante de mí. Es bueno caer en la cuenta de esta realidad finita, limitada, que soy pero capaz de vivir en comunión con Dios infinitamente bueno y misericordioso que es Espíritu -intangible- y que se hace encontradizo en la relación con los hermanos -conversión y penitencia mediante-, como realidad concreta y a la vez abierta a la eternidad. Sobre este acontecimiento personal, la Pascua de cada uno, sobre aquel día, el Papa Benedicto nos da una mirada muy hermosa en su reciente Encíclica Spe salvi en los nn 41-48. Ese día que será de gozo para los justos y que en el hoy de mi historia me invita a la responsabilidad -en esperanza y con alegría-, es el día del Juicio para mi, al final de mis días y hoy no sólo como meta a la que tiendo sino como meta que, interiorizada, se hace aliento y sostén del peregrinar; Juicio de amor y misericordia infinitos, cielos nuevos y tierra nueva.
Si bien cada tiempo del año Litúrgico tiene un tema determinado sobre el que cae el acento es muy bueno tenerlos presente en todo tiempo, de un modo sencillo, pero "performativo" como dice Benedicto XVI refiriéndose al mensaje cristiano en la Encíclica, es decir temas que logran dar forma a mi vida, que la transforman y no sólo me informan.
El reinado del Señor en trono tan glorioso, su cruz santa, nos aliente a ser dignos de semejante honor, como es el compartir sus sufrimientos salvadores con corazón puro y con la fortaleza de la alegría del Espíritu.
Se inicia el tiempo de Adviento -en el ciclo litúrgico de Navidad- y con él comenzamos un nuevo año litúrgico. Cuatro semanas en las que rememoramos las venidas del Señor. En las tres primeras semanas el énfasis se pone más en la segunda venida, la Parusía; estamos en este tiempo en la Iglesia, en tensión esperando la segunda venida del Señor. En la semana del 17 al 24, miramos más la primera venida, humilde y pequeñita, en Belén. Nos preparamos así para festejar la Navidad.
Recomiendo la lectura de la Encíclica mencionada Spe salvi, la podés encontrar en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html

No hay comentarios: