Yendo de camino, entró Jesús en un pueblo. Una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa Tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras; Marta ocupada en los quehaceres de la casa dijo a Jesús: -Maestro ¿no te importa que mi hermana me deje sola en los quehaceres? Dile que me ayude. El Señor le repondió: -Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y no se la quitarán.
Oh! ¡Alto y glorioso Dios! ilumina las tinieblas de nuestro corazón, danos una fe recta, una esperanza cierta, una humildad profunda y una caridad perfecta. Danos sabiduría y discernimiento para conocer tu verdadera y santa voluntad. Amén * san Francisco de Asís
Juan 15, 4
Permanezcan en mí como yo permanezco con ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
La Mesa Eucarística, el Altar.
El altar, en el que se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales, es además la mesa del Señor, a cuya participación es convocado el pueblo de Dios en la Misa, y es el centro de la acción de gracias que culmina en la Eucaristía.
La Iglesia venera las Sagradas Escrituras
La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia. Siempre las ha considerado y considera, juntamente con la Sagrada Tradición, como la regla suprema de su fe, puesto que, inspiradas por Dios y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los Profetas y de los Apóstoles. Es necesario, por consiguiente, que toda la predicación eclesiástica, como la misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella. Porque en los sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual. Muy a propósito se aplican a la Sagrada Escritura estas palabras: "Pues la palabra de Dios es viva y eficaz", "que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados". Dei Verbum, 21.
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