miércoles, 31 de octubre de 2007

La oración una vez más

El publicano de la parábola, al fondo del Templo, nos atrae la mirada y lo contemplamos con el deseo de aprender de él; nos damos cuenta del don que ha recibido y de su humildad y cómo le aprovechan para estar con su Dios como conviene: volvió a su casa justificado. Podemos valernos también para orar con la Palabra de algunas modalidades que nos ayuden a desarrollar el don de la oración, por ejemplo la que sugieren algunos hermanos de la Orden Franciscana y que a continuación les posteo. Es bueno advertir que los puntos que abajo se mencionan no son compartimentos estancos sino que son núcleos dinámicos, es decir elementos que constituyen el todo del momento de oración y su prolongación en la vida.

La lectura orante de la Palabra de Dios en la vida franciscana
La Palabra de Dios ocupa un lugar central en la vida cristiana y en la vocación franciscana. San Francisco acogió e hizo suya la Palabra del Evangelio, que es Jesús mismo: “La regla y vida de los hermanos menores es ésta: guardar el santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y seguir sus huellas”.
San Francisco nos pide: “Inclinen el oído del corazón y obedezcan a la voz del Hijo de Dios. Guarden sus mandamientos con todo el corazón y cumplan sus consejos perfectamente”
Para ello debemos superar “la solicitud y las fatigas de este siglo, y las seducciones de la riqueza, y las concupiscencias de las demás cosas que les penetran y ahogan la palabra” , no sea que “so pretexto de alguna merced, o quehacer; o favor perdamos o apartemos del Señor nuestra mente y corazón”En esta lógica, San Francisco nos exhorta: “Restituyamos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos son suyos y démosle gracias por todos ellos, ya que todo bien de él procede”Este es el itinerario que Francisco nos ofrece para acercarnos a la Palabra de Dios, leerla, interiorizarla, restituirla y vivirla, personalmente y en fraternidad. He aquí una oportunidad para renovar nuestra vocación… Acojámosla de buena gana.



ITINERARIO PARA LA LECTURA ORANTE

1. Preparación

El primer momento consiste en invocar al Espíritu Santo, el único que puede hacer comprensible el sentido de la Palabra y prepararnos a una escucha profunda, abierta a lo que Dios ha dicho y a lo que quiere decirnos.
Iluminados por el Espíritu, podemos quitar los obstáculos físicos, psicológicos y ambientales y centrar la atención en la escucha de la Palabra. Se trata de “escuchar la Palabra con corazón bueno y óptimo”, como dice San Francisco .


 2. Lectura y escucha de la Palabra de Dios

El segundo momento consiste en la lectura del texto, hecha con sencillez y pureza, para captar el sentido global de la Palabra escuchada y verificar su comprensión. Esta lectura debe ser asidua, motivada y alimentada con la fe de la Iglesia: en su seno resuena y ella es quien la administra.

3. Interiorización y asimilación de la Palabra de Dios

En el tercer momento es conveniente memorizar un versículo-clave que sintetice el sentido global del fragmento que se ha leído. La Palabra memorizada nos acompañará durante la jornada o hasta el momento en que hagamos la siguiente lectura orante, a fin de que arraigue en nosotros.
Es conveniente que cada uno descubra, en un momento de silencio, los condicionamientos (ocupaciones, preocupaciones, afectos, quehaceres, favores… ) que obstaculizan, a él y a su Fraternidad, la recepción de la Palabra escuchada.


 4. Restitución

Es bueno “restituir” a Dios, mediante la alabanza, la acción de gracias, la bendición, la súplica y la invocación, todo cuanto él nos ha ofrecido a través de la Palabra que nos ha dado en el Espíritu y que ha sido leída y compartida como una buena noticia para cada uno y para la Fraternidad entera.

 5. Devoción, como voluntad de hacer el bien

El quinto momento prevé la formulación de alguna propuesta enfocada a esclarecer las actitudes, las opciones y las orientaciones que brotan de la escucha de la Palabra, para crecer en la voluntad de hacer el bien.


“Y son vivificados por el espíritu de las divinas letras quienes no apropian al cuerpo toda la letra que saben y desean saber, sino que con la palabra y elejemplo se la restituyen al altísimo Señor Dios, de quien es todo bien”.
(Admonición 7,4)

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