sábado, 26 de abril de 2008

Parakletos


En la Audiencia General del 4 de mayo de 1989 Juan Pablo II nos explicaba el nombre de Paráclito dado al Espíritu Santo, aquí la compartimos y como los otros dos aportes de hoy lo hago en relación al sexto domingo del tiempo pascual. Aprovechemos para agradecer una vez más por todo el Ministerio de nuestro amado Juan Pablo II y elevemos confiados una súplica por él pidiéndole a su vez que interceda por nuestras misiones y trabajos, por nuestras vocaciones, al Padre de las misericordias, a Dios que es el Amor. Hasta el Domingo próximo, Dios mediante.


"Parakletos". El Espíritu Santo, nuestro Abogado Defensor

1. En la pasada catequesis sobre el Espíritu Santo hemos partido del texto de Juan tomado del “discurso de despedida” de Jesús, que constituye, en cierto modo, la principal fuente evangélica de la neumatología. Jesús anuncia la venida del Espíritu Santo, Espíritu de la verdad, que “procede del Padre” (Jn 15, 26) y que será enviado por el Padre a los Apóstoles y a la Iglesia “en el nombre” de Cristo, en virtud de la redención llevada a cabo en el sacrificio de la cruz, según el eterno designio de salvación. Por la fuerza de este sacrificio también el Hijo “envía” el Espíritu, anunciando que su venida se efectuará como consecuencia y casi al precio de su propia partida (cf. Jn 16, 17). Hay, por tanto, un vínculo establecido por el mismo Jesús, entre su muerte ―resurrección― ascensión y la efusión del Espíritu Santo, entre Pascua y Pentecostés. Más aún, según el IV Evangelio, el don del Espíritu Santo se concede la misma tarde de la resurrección (cf. Jn 20, 22-25). Se puede decir que la herida del costado de Cristo en la cruz abre el camino a la efusión del Espíritu Santo, que será un signo y un fruto de la gloria obtenida con la pasión y muerte.
El texto del discurso de Jesús en el Cenáculo nos manifiesta también que Él llama al Espíritu Santo el “Paráclito”: “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre” (Jn 14, 16). De forma análoga, también leemos en otros textos: “... el Paráclito, el Espíritu Santo” (cf. Jn 14, 26; Jn 15, 26; Jn 16, 7). En vez de “Paráclito” muchas traducciones emplean la palabra “Consolador”; ésta es aceptable, aunque es necesario recurrir al original griego “Parakletos” para captar plenamente el sentido de lo que Jesús dice del Espíritu Santo.
2. “Parakletos” literalmente significa: “aquel que es invocado” (de para-kaléin, “llamar en ayuda”); y, por tanto, “el defensor”, “el abogado”, además de “el mediador”, que realiza la función de intercesor (“intercessor”). Es en este sentido de “Abogado - Defensor”, el que ahora nos interesa, sin ignorar que algunos Padres de la Iglesia usan “Parakletos” en el sentido de “Consolador”, especialmente en relación a la acción del Espíritu Santo en lo referente a la Iglesia. Por ahora fijamos nuestra atención y desarrollamos el aspecto del Espíritu Santo como Parakletos-Abogado-Defensor. Este término nos permite captar también la estrecha afinidad entre la acción de Cristo y la del Espíritu Santo, como resulta de un ulterior análisis del texto de Juan.
3. Cuando Jesús en el Cenáculo, la vigilia de su pasión, anuncia la venida del Espíritu Santo, se expresa de la siguiente manera: “El Padre os dará otro Paráclito”. Con estas palabras se pone de relieve que el propio Cristo es el primer Paráclito, y que la acción del Espíritu Santo será semejante a la que Él ha realizado, constituyendo casi su prolongación.
Jesucristo, efectivamente, era el “defensor” y continúa siéndolo. El mismo Juan lo dirá en su Primera Carta: “Si alguno peca, tenemos a uno que abogue (Parakletos) ante el Padre: a Jesucristo, el Justo” (1 Jn 2, 1).
El abogado (defensor) es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a los pecados cometidos, los defiende del castigo merecido por sus pecados, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es precisamente lo que ha realizado Cristo. Y el Espíritu Santo es llamado “el Paráclito”, porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.
4. El Paráclito será “otro abogado-defensor” también por una segunda razón. Permaneciendo con los discípulos de Cristo, Él los envolverá con su vigilante cuidado con virtud omnipotente. “Yo pediré al Padre ―dice Jesús― y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre” (Jn 14, 16): “...mora con vosotros y en vosotros está” (Jn 14, 17). Esta promesa está unida a las otras que Jesús ha hecho al ir al Padre: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Nosotros sabemos que Cristo es el Verbo que “se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1, 14). Sí, yendo al Padre, dice: “Yo estoy con vosotros... hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20), se deduce de ello que los Apóstoles y la Iglesia tendrán que reencontrar continuamente por medio del Espíritu Santo aquella presencia del Verbo-Hijo, que durante su misión terrena era “física” y visible en la humanidad asumida, pero que, después de su ascensión al Padre, estará totalmente inmersa en el misterio. La presencia del Espíritu Santo que, como dijo Jesús, es íntima a las almas y a la Iglesia (“él mora con vosotros y en vosotros está”: Jn 14, 17), hará presente a Cristo invisible de modo estable, “hasta el fin del mundo”. La unidad trascendente del Hijo y del Espíritu Santo hará que la humanidad de Cristo, asumida por el Verbo, habite y actúe dondequiera que se realice, con la potencia del Padre, el designio trinitario de la salvación.
5. El Espíritu Santo-Paráclito será el abogado defensor de los Apóstoles, y de todos aquellos que, a lo largo de los siglos, serán en la Iglesia los herederos de su testimonio y de su apostolado, especialmente en los momentos difíciles que comprometerán su responsabilidad hasta el heroísmo. Jesús lo predijo y lo prometió: “os entregarán a los tribunales... seréis llevados ante gobernadores y reyes... Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar... no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros” (Mt 10, 17-20; análogamente Mc 13, 11; Lc 12, 12, dice: “porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir”).
También en este sentido tan concreto, el Espíritu Santo es el Paráclito-Abogado. Se encuentra cerca de los Apóstoles, más aún, se les hace presente cuando ellos tienen que confesar la verdad, motivarla y defenderla. Él mismo se convierte, entonces, en su inspirador; él mismo habla con sus palabras, y juntamente con ellos y por medio de ellos da testimonio de Cristo y de su Evangelio. Ante los acusadores Él llega a ser como el “Abogado” invisible de los acusados, por el hecho de que actúa como su patrocinador, defensor, confortador.
6. Especialmente durante las persecuciones contra los Apóstoles y contra los primeros cristianos, y también en aquellas persecuciones de todos los siglos, se verificarán las palabras que Jesús pronunció en el Cenáculo: “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré junto al Padre..., él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio” (Jn 15, 26 - 27).
La acción del Espíritu Santo es “dar testimonio”. Es una acción interior, “inmanente”, que se desarrolla en el corazón de los discípulos, los cuales, después, dan testimonio de Cristo al exterior. Mediante aquella presencia y aquella acción inmanente, se manifiesta y avanza en el mundo el “trascendente” poder de la verdad de Cristo, que es el Verbo-Verdad y Sabiduría. De Él deriva a los Apóstoles, mediante el Espíritu, el poder de dar testimonio según su promesa: “Yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios” (Lc 21, 15). Esto viene sucediendo ya desde el caso del primer mártir, Esteban, del que el autor de los Hechos de los Apóstoles escribe que estaba “lleno del Espíritu Santo” (Hch 6, 5), de modo que los adversarios “no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba” (Hch 6, 10). También en los siglos sucesivos los adversarios de la fe cristiana han continuado ensañándose contra los anunciadores del Evangelio, apagando a veces su voz en la sangre, sin llegar, sin embargo, a sofocar la Verdad de la que eran portadores: ésta ha seguido fortaleciéndose en el mundo con la fuerza del Espíritu Santo.
7. El Espíritu Santo ―Espíritu de la verdad, Paráclito― es aquel que, según la palabra de Cristo, “convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio” (Jn 16, 8). Es significativa la explicación que Jesús mismo hace de estas palabras: pecado, justicia y juicio. “Pecado” significa, sobre todo, la falta de fe que Jesús encuentra entre “los suyos”, es decir, los de su pueblo, los cuales llegaron incluso a condenarle a muerte en la cruz. Hablando después de la “justicia”, Jesús parece tener en mente aquella justicia definitiva, que el Padre le hará (“... por que voy al Padre”) en la resurrección y en la ascensión al cielo. En este contexto, “juicio” significa que el Espíritu de la verdad mostrará la culpa del “mundo” al rechazar a Cristo, o, más generalmente, al volver la espalda a Dios. Pero puesto que Cristo no ha venido al mundo para juzgarlo o condenarlo, sino para salvarlo, en realidad también aquel “convencer respecto al pecado” por parte del Espíritu de la verdad tiene que entenderse como intervención orientada a la salvación del mundo, al bien último de los hombres.
El “juicio” se refiere sobre todo al “príncipe” de este mundo, es decir, a Satanás. Él, en efecto, desde el principio intenta llevar la obra de la creación contra la alianza y la unión del hombre con Dios: se opone conscientemente a la salvación. Por esto “ha sido ya juzgado” desde el principio, como expliqué en la Encíclica
Dominum et vivificantem (n. 27).
8. Si el Espíritu Santo Paráclito debe convencer al mundo precisamente de este “juicio”, sin duda lo tiene que hacer para continuar la obra de Cristo que mira a la salvación universal (cf.
Dominum et vivificantem n. 27.).
Por tanto, podemos concluir que en el dar testimonio de Cristo, el Paráclito es un asiduo (aunque invisible) Abogado y Defensor de la obra de la salvación, y de todos aquellos que se comprometen en esta obra. Y es también el Garante de la definitiva victoria sobre el pecado y sobre el mundo sometido al pecado, para librarlo del pecado e introducirlo en el camino de la salvación.

Paraclete

Les comparto aquí una consideración del significado de la palabra Paráclito, su origen, esto en relación al Evangelio de este sexto Domingo del tiempo pascual.

Why the Holy Spirit is called the "Paraclete"

In John’s Gospel, Jesus refers to the Holy Spirit as the Paraclete. The term Paraclete is derived from the Latin word Paraclitus, which in turn comes from the ancient Greek word Paraclitos (paraclitos). Paraclitos is formed from two Greek words: (1) para which is a preposition meaning near to, or by the side of, (hence we have words like parallel [a line which runs alongside another line], paralegal [someone who works alongside a lawyer], paradox [something placed in contrast to what would have been expected], etc.; (2) clitos means someone who is called, as for example when someone is called on for help or called for military service.
Together these two root words, para-clete, mean literally someone called to the side of another. While we do not have a specific word in English to designate someone called to the side of someone else, the term Paraclete was quite a useful one in ancient Greece. It was used to describe someone called to the side of another person to defend him or her in battle, or in the court room, or to console someone in grief, or counsel someone in difficulty. When Christ was preparing to leave His disciples, He told them that He would send them the Holy Spirit, and referred to the Holy Spirit as the Paraclete. The Holy Spirit as the Paraclete was sent or called to the side of the Apostles to guide, defend, inspire, counsel, encourage, and do much more in the early Church.
The Holy Spirit, the Paraclete, continues to do all this today, provided we only believe in Christ and call upon the Holy Spirit to help us. What father among you, if his son asks for a fish, will instead of a fish give him a serpent; or if he asks for an egg, will give him a scorpion? If you then, who are evil, know how to give good gifts to your children, how much more will the heavenly Father give the Holy Spirit to those who ask him!" (Luke 11:11-13)

Paráclito

Reencontrándonos después de un tiempo de trabajos y misiones les comparto la reflexión de P. Raniero para este sexto Domingo del tiempo pascual:

VI Domingo de Pascua

Hechos 8,5-8.14-17; 1 Pedro 3,15-18; Juan 14, 15-21

Ser paráclitos

En el Evangelio Jesús habla del Espíritu Santo a los discípulos con el término «Paráclito», que significa consolador, o defensor, o las dos cosas a la vez. En el Antiguo Testamento, Dios es el gran consolador de su pueblo. Este «Dios de la consolación» (Rm 15,4) se ha «encarnado» en Jesucristo, quien se define de hecho como el primer consolador o Paráclito (Jn 14,15). El Espíritu Santo, siendo aquel que continúa la obra de Cristo y que lleva a cumplimento las obras comunes de la Trinidad, no podía dejar de definirse, también Él, Consolador, «el Consolador que estará con vosotros para siempre», como le define Jesús. La Iglesia entera, después de la Pascua, tuvo una experiencia viva y fuerte del Espíritu como consolador, defensor, aliado, en las dificultades externas e internas, en las persecuciones, en los procesos, en la vida de cada día. En Hechos de los Apóstoles leemos: «La Iglesia se edificaba y progresaba en el temor del Señor y estaba llena de la consolación (¡paráclesis!) del Espíritu Santo» (9,31).
Debemos ahora sacar de ello una consecuencia práctica para la vida. ¡Tenemos que convertirnos nosotros mismos en paráclitos! Si bien es cierto el cristiano debe ser «otro Cristo», es igualmente cierto que debe ser «otro Paráclito». El Espíritu Santo no sólo nos consuela, sino que nos hace capaces de consolar a los demás. La consolación verdadera viene de Dios, que es el «Padre de toda consolación». Viene sobre quien está en la aflicción; pero no se detiene en él; su objetivo último se alcanza cuando quien ha experimentado la consolación se sirve de ella para consolar a su vez al prójimo, con la misma consolación con la que él ha sido consolado por Dios. No se conforma con repetir estériles palabras de circunstancia que dejan las cosas igual («¡Ánimo, no te desalientes; verás que todo sale bien!»), sino transmitiendo el auténtico «consuelo que dan las Escrituras», capaz de «mantener viva nuestra esperanza» (Rm 15,4). Así se explican los milagros que una sencilla palabra o un gesto, en clima de oración, son capaces de obrar a la cabecera de un enfermo. ¡Es Dios quien está consolando a esa persona a través de ti!
En cierto sentido, el Espíritu Santo nos necesita para ser Paráclito. Él quiere consolar, defender, exhortar; pero no tiene boca, manos, ojos para «dar cuerpo» a su consuelo. O mejor, tiene nuestras manos, nuestros ojos, nuestra boca. La frase del Apóstol a los cristianos de Tesalónica: «Confortaos mutuamente» (1Ts 5,11), literalmente se debería traducir: «sed paráclitos los unos de los otros». Si la consolación que recibimos del Espíritu no pasa de nosotros a los demás, si queremos retenerla egoístamente para nosotros, pronto se corrompe. De ahí el porqué de una bella oración atribuida a San Francisco de Asís, que dice: «Que no busque tanto ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender, ser amado como amar...».
A la luz de lo que he dicho, no es difícil descubrir que existen hoy, a nuestro alrededor, paráclitos. Son aquellos que se inclinan sobre los enfermos terminales, sobre los enfermos de Sida, quienes se preocupan de aliviar la soledad de los ancianos, los voluntarios que dedican su tiempo a las visitas en los hospitales. Los que se dedican a los niños víctimas de abuso de todo tipo, dentro y fuera de casa.
Terminamos esta reflexión con los primeros versos de la Secuencia de Pentecostés, en la que el Espíritu Santo es invocado como el «consolador perfecto»:

«Ven, Padre de los pobres; ven, Dador de gracias, ven, luz de los corazones.
Consolador perfecto, dulce huésped del alma, dulcísimo alivio.
Descanso en la fatiga, brisa en el estío, consuelo en el llanto».

martes, 4 de marzo de 2008

DOMINGO 5º DE CUARESMA

Resurrección de Lázaro

Podrás encontrar de ahora en más las Lecturas del Domingo en www.diesdomini.wordpress.com ; aquí, en enlaces, figura como El Día del Señor. Dedico este blog desde ahora a Comentarios a las Lecturas del Domingo.

sábado, 23 de febrero de 2008

Primera Lectura del Dgo. 24 de febrero


Éxodo 17, 1-7

Toda la comunidad de los israelitas partió al desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y le dijeron:
«Danos agua para que podamos beber».
Moisés les respondió:
«¿Por qué me acusan? ¿Por qué provocan al Señor?»
El pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo:
«¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?»
Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo:
«¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?»
El Señor respondió a Moisés:
«Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque Yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo».
Así lo hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel.
Aquel lugar recibió el nombre de Masá -que significa «Provocación»- y de Meribá -que significa «Querella»- a causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: «¿El Señor está realmente entre nosotros, o no ?»

Salmo del Dgo. 24 de febrero

Salmo 94, 1-2. 6-9

R. Cuando escuchen la voz del Señor,
no endurezcan el corazón.


¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta Él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor!

¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque Él es nuestro Dios,
y nosotros, el pueblo que Él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
«No endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron,
aunque habían visto mis obras».

Segunda Lectura Dgo. 24 de febrero

Romanos 5, 1-2. 5-8

Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por Él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.

Evangelio del Dgo. 24 de febrero

Juan 4, 5-42

Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.
Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber».
Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.
La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.
Jesús le respondió:
«Si conocieras el don de Dios
y quién es el que te dice:
"Dame de beber",
tú misma se lo hubieras pedido,
y Él te habría dado agua viva».
«Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?»
Jesús le respondió:
«El que beba de esta agua
tendrá nuevamente sed,
pero el que beba del agua que Yo le daré,
nunca más volverá a tener sed.
El agua que Yo le daré
se convertirá en él en manantial
que brotará hasta la Vida eterna».
«Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla».
Jesús le respondió: «Ve, llama a tu marido y vuelve aquí».
La mujer respondió: «No tengo marido».
Jesús continuó: «Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad».
La mujer le dijo: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar».
Jesús le respondió:
«Créeme, mujer, llega la hora
en que ni en esta montaña ni en Jerusalén
ustedes adorarán al Padre.
Ustedes adoran lo que no conocen;
nosotros adoramos lo que conocemos,
porque la salvación viene de los judíos.
Pero la hora se acerca, y ya ha llegado,
en que los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad,
porque esos son los adoradores
que quiere el Padre.
Dios es espíritu,
y los que lo adoran
deben hacerlo en espíritu y en verdad».
La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando Él venga, nos anunciará todo».
Jesús le respondió: «Soy Yo, el que habla contigo».
En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: «¿Qué quieres de ella?» o «¿Por qué hablas con ella?»
La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?»
Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro.
Mientras tanto, los discípulos le insistían a Jesús, diciendo: «Come, Maestro». Pero Él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen».
Los discípulos se preguntaban entre sí: «¿Alguien le habrá traído de comer?»
Jesús les respondió:
«Mi comida
es hacer la voluntad de Aquél que me envió
y llevar a cabo su obra.
Ustedes dicen
que aún faltan cuatro meses para la cosecha.
Pero Yo les digo:
Levanten los ojos y miren los campos:
ya están madurando para la siega.

Ya el segador recibe su salario
y recoge el grano para la Vida eterna;
así el que siembra y el que cosecha
comparten una misma alegría.
Porque en esto se cumple el proverbio:
"Uno siembra y otro cosecha".
Yo los envié a cosechar
adonde ustedes no han trabajado;
otros han trabajado,
y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos».

Muchos samaritanos de esa ciudad habían creído en Él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que hice». Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y Él permaneció allí dos días. muchos más creyeron en Él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer:
«Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo».

domingo, 17 de febrero de 2008

Primera Lectura del Dgo. 17 de febrero



Génesis 12, 1-4a

El Señor dijo a Abrám:
«Deja tu tierra natal
y la casa de tu padre,
y ve al país que Yo te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación
y te bendeciré;
engrandeceré tu nombre y serás una bendición.

Bendeciré a los que te bendigan
y maldeciré al que te maldiga,
y por ti se bendecirán
todos los pueblos de la tierra».
Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado.

Salmo del Dgo. 17 de febrero

Salmo 32, 4-5. 18-20. 22

R. Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.

La palabra del Señor es recta
y Él obra siempre con lealtad;
El ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

Nuestra alma espera en el Señor:
Él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.

Segunda Lectura del Dgo. 17 de febrero

2 Timoteo 1, 8a-10

Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios. Él nos salvó y nos eligió con su llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque Él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia.

viernes, 15 de febrero de 2008

Evangelio del Dgo. 17 de febrero

Mateo 17, 1-9

Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo».
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

viernes, 8 de febrero de 2008

Primera Lectura Dgo. 10 de febrero


PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Génesis 2, 7-9; 3, 1-7

El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. Y el Señor Dios hizo brotar el árbol de la vida en medio del jardín y el árbol del bien y del mal.
La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: «¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?»
La mujer le respondió: «Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: "No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte"».
La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal».
Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.

Salmo del Dgo. 10 de febrero

Salmo 50, 3-6a. 12-14. 17

R. ¡Piedad, Señor, pecamos contra ti!

¡Ten piedad de mi, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga.
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Segunda Lectura Dgo. 10 de febrero

Romanos 5, 12-19

Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta. Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que no habían pecado, cometiendo una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir.
Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos. Tampoco se puede comparar ese don con las consecuencias del pecado cometido por un solo hombre, ya que el juicio de condenación vino por una sola falta, mientras que el don de la gracia lleva a la justificación después de muchas faltas.
En efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquéllos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia.
Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la justificación que conduce a la Vida. Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos.

jueves, 7 de febrero de 2008

Evangelio del Dgo. 10 de febrero

Mateo 4, 1-11

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes».


Jesús le respondió: «Está escrito:
"El hombre no vive solamente de pan,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"».

Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito:
"Dios dará órdenes a sus ángeles,
y ellos te llevarán en sus manos
para que tu pie no tropiece con ninguna piedra"».

Jesús le respondió:«También está escrito:
"No tentarás al Señor, tu Dios"».

El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme».

Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito:
"Adorarás al Señor, tu Dios,
y a Él solo rendirás culto"».

Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

sábado, 2 de febrero de 2008

Miércoles de Ceniza

El próximo miércoles 6 de febrero comienza la Cuaresma. En la Eucaristía o en la Celebración de la Palabra, se nos impondrá la ceniza recordándonos que somos de polvo y al polvo volveremos o bien exhortándonos a convertirnos y a creer en el Evangelio de Jesucristo.

Lecturas: Joel 2,12-18; S.R. 50, 3-6a.12-14.17; 2 Corintios 5,20-6,2; Mateo 6,1-6.16-18

Mensaje para la Cuaresma 2008 de Benedicto XVI

El mensaje de este año para La Cuaresma del Papa Benedicto XVI lo encontras en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/lent/documents/hf_ben-xvi_mes_20071030_lent-2008_sp.html

Primera Lectura del Dgo. 3 de febrero



Sofonías 2,3; 3,12-13

Busquen al Señor, ustedes,
todos los humildes de la tierra,
los que ponen en práctica sus decretos.
Busquen la justicia,
busquen la humildad,
tal vez así estarán protegidos
en el Día de la ira del Señor.
Yo dejaré en medio de ti
a un pueblo pobre y humilde,
que se refugiará en el nombre del Señor.
El resto de Israel
no cometerá injusticias
ni hablará falsamente;
y no se encontrarán en su boca
palabras engañosas.
Ellos pacerán y descansarán
sin que nadie los perturbe.

Salmo del Dgo. 3 de febrero

Salmo 145, 7-10

R. Felices los que tienen alma de pobres.

El Señor mantiene su fidelidad siempre,
hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.

El Señor abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor ama a los justos.
El Señor protege a los extranjeros.

Sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones.

Segunda Lectura del Dgo. 3 de febrero

1 Corintios 1, 26-31

Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles.
Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios.
Por Él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: « El que se gloría, que se gloríe en el Señor».

Evangelio del Dgo. 3 de febrero

Mateo 4,25-5,12

Seguían a Jesús grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».

domingo, 27 de enero de 2008

Primera Lectura del Dgo. 27 de enero

Isaías 8, 23b-9,3

En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos.
El pueblo que caminaba en las tinieblas
ha visto una gran luz;
sobre los que habitaban en el país de la oscuridad
ha brillado una luz.
Tú has multiplicado la alegría,
has acrecentado el gozo;
ellos se regocijan en tu presencia,
como se goza en la cosecha,
como cuando reina la alegría
por el reparto del botín.
Porque el yugo que pesaba sobre él,
la barra sobre su espalda
y el palo de su carcelero,
todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.

Salmo del Dgo. 27 de enero

Salmo 26, 1.4. 13-14

R. El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.

Segunda Lectura del Dgo. 27 de enero

1 Corintios 1, 10-14. 16-17

En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: «Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo».

¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo? Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo. Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más.
Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda eficacia.

sábado, 26 de enero de 2008

Evangelio del Dgo. 27 de enero

Mateo 4, 12-23

Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había anunciado por el profeta Isaías:

«¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas
vio una gran luz;
sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,
se levantó una luz».
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y Yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago , hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

sábado, 19 de enero de 2008

Primera Lectura del Dgo. 20 de Enero

Isaías 49, 3-6

El Señor me dijo:
«Tú eres mi Servidor, Israel,
por ti Yo me glorificaré».
Pero yo dije: «En vano me fatigué,
para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza».
Sin embargo, mi derecho está junto al Señor
y mi retribución, junto a mi Dios.
Y ahora, habla el Señor,
el que me formó desde el vientre materno
para que Yo sea su Servidor,
para hacer que Jacob vuelva a Él
y se le reúna Israel.
Yo soy valioso a los ojos del Señor
y mi Dios ha sido mi fortaleza.
Él dice:«Es demasiado poco que seas mi Servidor
para restaurar a las tribus de Jacob
y hacer volver a los sobrevivientes de Israel;
Yo te destino a ser la luz de las naciones,
para que llegue mi salvación
hasta los confines de la tierra».

Salmo del Dgo. 20 de Enero

Salmo 39, 2.4ab.7-10

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Esperé confiadamente en el Señor:
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.

Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy».

«En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón».

Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios.
Tú lo sabes, Señor.

Segunda Lectura del Dgo. 20 de Enero

1 Corintios 1, 1-3

Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquéllos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro.
Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Evangelio del Dgo. 20 de Enero

Juan 1, 29-34

Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo. «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A Él me refería, cuando dije:
Después de mí viene un hombre que me precede,
porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel».
Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él. Yo no lo conozco, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: " Aquél es el que bautiza en el Espíritu Santo".
Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios».

domingo, 13 de enero de 2008

Primera Lectura del Dgo. 13 de Enero

EL BAUTISMO DEL SEÑOR
Isaías 42, 1-4.6-7

Así habla el Señor:
Este es mi Servidor, a quien yo sostengo,
mi elegido, en quien se complace mi alma.
Yo he puesto mi espíritu sobre él
para que lleve el derecho a las naciones.
Él no gritará, no levantará la voz
ni la hará resonar por las calles.
No romperá la caña quebrada
ni apagará la mecha que arde débilmente.
Expondrá el derecho con fidelidad;
no desfallecerá ni se desalentará
hasta implantar el derecho en la tierra,
y las costas lejanas esperarán su Ley.

Yo, el Señor, te llamé en la justicia,
te sostuve de la mano, te formé
y te destiné a ser la alianza del pueblo,
la luz de las naciones,
para abrir los ojos de los ciegos,
para hacer salir de la prisión a los cautivos
y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.

Salmo del Dgo. 13 de Enero

Salmo 28, 1a. 2-3ac.4.3b.9c-10

R. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

¡Aclamen al Señor, hijos de Dios!
¡Aclamen la gloria del nombre del Señor
adórenlo al manifestarse su santidad!
El Señor bendice a su pueblo con la paz.

¡La voz del Señor sobre las aguas!
El Señor está sobre las aguas torrenciales.
¡La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es majestuosa!

El Dios de la gloria hace oír su trueno.
En su Templo, todos dicen: «¡Gloria!»
El Señor tiene su trono sobre las aguas celestiales,
el Señor se sienta en su trono de Rey eterno.

Segunda Lectura del Dgo. 13 de Enero

Hechos de los Apóstoles 10, 34-38

Pedro, tomando la palabra, dijo:
Verdaderamente, comprendo que Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a Él.
Él envió su Palabra al pueblo de Israel, anunciándoles la Buena Noticia de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos.
Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con Él.

Evangelio del Dgo. 13 de Enero

Mateo 3 , 13-17

Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!»
Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así se cumpla todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vió al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia Él. Y oyó una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».

Cristo, la Luz, manifestado a todos los pueblos

Les comparto la Homilía de Benedicto XVI en la Misa de la Epifanía
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos hoy a Cristo, luz del mundo, y su manifestación a las naciones. En el día de Navidad el mensaje de la liturgia era: "Hodie descendit lux magna super terram", "Hoy desciende una gran luz a la tierra" (Misal romano). En Belén, esta "gran luz" se presentó a un pequeño grupo de personas, a un minúsculo "resto de Israel": a la Virgen María, a su esposo José, y a algunos pastores. Una luz humilde, según el estilo del verdadero Dios. Una llamita encendida en la noche: un frágil niño recién nacido, que da vagidos en el silencio del mundo... Pero en torno a ese nacimiento oculto y desconocido resonaba el himno de alabanza de los coros celestiales, que cantaban gloria y paz (cf. Lc 2, 13-14).
Así, aquella luz, aun siendo pequeña cuando apareció en la tierra, se proyectaba con fuerza en los cielos. El nacimiento del Rey de los judíos había sido anunciado por una estrella que se podía ver desde muy lejos. Este fue el testimonio de "algunos Magos" que llegaron desde Oriente a Jerusalén poco después del nacimiento de Jesús, en tiempos del rey Herodes (cf. Mt 2, 1-2).
Una vez más, se comunican y se responden el cielo y la tierra, el cosmos y la historia. Las antiguas profecías se cumplen con el lenguaje de los astros. "De Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel" (Nm 24, 17), había anunciado el vidente pagano Balaam, llamado a maldecir al pueblo de Israel y que, al contrario, lo bendijo porque, como Dios le reveló, "ese pueblo es bendito" (Nm 22, 12).
Cromacio de Aquileya, en su Comentario al evangelio de san Mateo, relacionando a Balaam con los Magos, escribe: "Aquel profetizó que Cristo vendría; estos lo vieron con los ojos de la fe". Y añade una observación importante: "Todos vieron la estrella, pero no todos comprendieron su sentido. Del mismo modo, nuestro Señor y Salvador nació para todos, pero no todos lo acogieron" (ib., 4, 1-2). Este es, en la perspectiva histórica, el significado del símbolo de la luz aplicado al nacimiento de Cristo: expresa la bendición especial de Dios en favor de la descendencia de Abraham, destinada a extenderse a todos los pueblos de la tierra.
De este modo, el acontecimiento evangélico que recordamos en la Epifanía, la visita de los Magos al Niño Jesús en Belén, nos remite a los orígenes de la historia del pueblo de Dios, es decir, a la llamada de Abraham, que encontramos en el capítulo 12 del libro del Génesis. Los primeros once capítulos son como grandes cuadros que responden a algunas preguntas fundamentales de la humanidad: ¿Cuál es el origen del universo y del género humano? ¿De dónde viene el mal? ¿Por qué hay diversas lenguas y civilizaciones?
Entre los relatos iniciales de la Biblia aparece una primera "alianza", establecida por Dios con Noé, después del diluvio. Se trata de una alianza universal, que atañe a toda la humanidad: el nuevo pacto con la familia de Noé es, a la vez, un pacto con "toda carne" (cf. Gn 9, 15). Luego, antes de la llamada de Abraham, se encuentra otro gran cuadro, muy importante para comprender el sentido de la Epifanía: el de la torre de Babel. El texto sagrado afirma que en los orígenes "todo el mundo tenía un mismo lenguaje e idénticas palabras" (Gn 11, 1). Después los hombres dijeron: "Ea, vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la haz de la tierra" (Gn 11, 4). La consecuencia de este pecado de orgullo, análogo al de Adán y Eva, fue la confusión de las lenguas y la dispersión de la humanidad por toda la tierra (cf. Gn 11, 7-8). Esto es lo que significa "Babel"; fue una especie de maldición, semejante a la expulsión del paraíso terrenal.
En este punto se inicia la historia de la bendición, con la llamada de Abraham: comienza el gran plan de Dios para hacer de la humanidad una familia, mediante la alianza con un pueblo nuevo, elegido por él para que sea una bendición en medio de todas las naciones (cf. Gn 12, 1-3). Este plan divino se sigue realizando todavía y tuvo su momento culminante en el misterio de Cristo. Desde entonces se iniciaron "los últimos tiempos", en el sentido de que el plan fue plenamente revelado y realizado en Cristo, pero debe ser acogido por la historia humana, que sigue siendo siempre historia de fidelidad por parte de Dios y, lamentablemente, también de infidelidad por parte de nosotros los hombres.
La Iglesia misma, depositaria de la bendición, es santa y a la vez está compuesta de pecadores; está marcada por la tensión entre el "ya" y el "todavía no". En la plenitud de los tiempos Jesucristo vino a establecer la alianza: él mismo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el Sacramento de la fidelidad de Dios a su plan de salvación para la humanidad entera, para todos nosotros.
La llegada de los Magos de Oriente a Belén, para adorar al Mesías recién nacido, es la señal de la manifestación del Rey universal a los pueblos y a todos los hombres que buscan la verdad. Es el inicio de un movimiento opuesto al de Babel: de la confusión a la comprensión, de la dispersión a la reconciliación. Por consiguiente, descubrimos un vínculo entre la Epifanía y Pentecostés: si el nacimiento de Cristo, la Cabeza, es también el nacimiento de la Iglesia, su cuerpo, en los Magos vemos a los pueblos que se agregan al resto de Israel, anunciando la gran señal de la "Iglesia políglota" realizada por el Espíritu Santo cincuenta días después de la Pascua.
El amor fiel y tenaz de Dios, que mantiene siempre su alianza de generación en generación. Este es el "misterio" del que habla san Pablo en sus cartas, también en el pasaje de la carta a los Efesios que se acaba de proclamar. El Apóstol afirma que este misterio le "fue comunicado por una revelación" (Ef 3, 3) y él se encargó de darlo a conocer.
Este "misterio" de la fidelidad de Dios constituye la esperanza de la historia. Ciertamente, se le oponen fuerzas de división y atropello, que desgarran a la humanidad a causa del pecado y del conflicto de egoísmos. En la historia, la Iglesia está al servicio de este "misterio" de bendición para la humanidad entera. En este misterio de la fidelidad de Dios, la Iglesia sólo cumple plenamente su misión cuando refleja en sí misma la luz de Cristo Señor, y así sirve de ayuda a los pueblos del mundo por el camino de la paz y del auténtico progreso.
En efecto, sigue siendo siempre válida la palabra de Dios revelada por medio del profeta Isaías: "La oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece" (Is 60, 2). Lo que el profeta anuncia a Jerusalén se cumple en la Iglesia de Cristo: "A tu luz caminarán las naciones, y los reyes al resplandor de tu aurora" (Is 60, 3).
Con Jesucristo la bendición de Abraham se extendió a todos los pueblos, a la Iglesia universal como nuevo Israel que acoge en su seno a la humanidad entera. Con todo, también hoy sigue siendo verdad lo que decía el profeta: "Espesa nube cubre a los pueblos" y nuestra historia. En efecto, no se puede decir que la globalización sea sinónimo de orden mundial; todo lo contrario. Los conflictos por la supremacía económica y el acaparamiento de los recursos energéticos e hídricos, y de las materias primas, dificultan el trabajo de quienes, en todos los niveles, se esfuerzan por construir un mundo justo y solidario.
Es necesaria una esperanza mayor, que permita preferir el bien común de todos al lujo de pocos y a la miseria de muchos. "Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, (...) pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano" (
Spe salvi, 31), el Dios que se manifestó en el Niño de Belén y en el Crucificado Resucitado.
Si hay una gran esperanza, se puede perseverar en la sobriedad. Si falta la verdadera esperanza, se busca la felicidad en la embriaguez, en lo superfluo, en los excesos, y los hombres se arruinan a sí mismos y al mundo. La moderación no sólo es una regla ascética, sino también un camino de salvación para la humanidad.
Ya resulta evidente que sólo adoptando un estilo de vida sobrio, acompañado del serio compromiso por una distribución equitativa de las riquezas, será posible instaurar un orden de desarrollo justo y sostenible. Por esto, hacen falta hombres que alimenten una gran esperanza y posean por ello una gran valentía. La valentía de los Magos, que emprendieron un largo viaje siguiendo una estrella, y que supieron arrodillarse ante un Niño y ofrecerle sus dones preciosos. Todos necesitamos esta valentía, anclada en una firme esperanza.
Que nos la obtenga María, acompañándonos en nuestra peregrinación terrena con su protección materna. Amén.

lunes, 7 de enero de 2008

Primera Lectura del Dgo. 6 de enero


EPIFANÍA DEL SEÑOR

Isaías 60, 1-6

¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz
y la gloria del Señor brilla sobre ti!
Porque las tinieblas cubren la tierra
y una densa oscuridad, a las naciones,
pero sobre ti brillará el Señor
y su gloria aparecerá sobre ti.
Las naciones caminarán a tu luz
y los reyes, al esplendor de tu aurora.

Mira a tu alrededor y observa:
todos se han reunido y vienen hacia ti;
tus hijos llegan desde lejos
y tus hijas son llevadas en brazos.
Al ver esto, estarás radiante,
palpitará y se ensanchará tu corazón,
porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar
y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti.
Te cubrirá una multitud de camellos,
de dromedarios de Medián y de Efá.
Todos ellos vendrán desde Sabá,
trayendo oro e incienso,
y pregonarán las alabanzas del Señor.

Salmo del Dgo. 6 de enero

Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-13

R. ¡Pueblos de la tierra alaben al Señor!

Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu con justicia
y a tus pobres con rectitud.

Que en sus días florezcan la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta el otro,
y desde el Río hasta los confines de la tierra.

Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas
le paguen tributo.
Que los reyes de Arabia y de Sabá
le traigan regalos;
que todos los reyes le rindan homenaje
y lo sirvan todas las naciones.

Porque Él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes.

Segunda Lectura del Dgo. 6 de enero

Efesios 3, 2-6

Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes.
Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.
Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.

Evangelio del Dgo. 6 de Enero

Mateo 2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo».
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá,
porque de ti surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo, Israel"».
Herodes manda llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje».
Después de oir al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

jueves, 3 de enero de 2008

FAMILIA HUMANA, COMUNIDAD DE PAZ


Coincidiendo con la solemnidad de Santa María Madre de Dios -día de precepto-, cada 1 de enero, y desde hace cuarenta años los Papas dirijen un mensaje para celebrar la Jornada Mundial de la Paz. Este año el tema propuesto por Benedicto XVI es Familia humana, comunidad de paz . Nos ayuda a releer la Liturgia del Dgo pasado, Dgo de la Sagrada Familia.

Inicia su mensaje diciéndonos: Al comenzar el nuevo año deseo hacer llegar a los hombres y mujeres de todo el mundo mis fervientes deseos de paz, junto con un caluroso mensaje de esperanza. Lo hago proponiendo a la reflexión común el tema que he enunciado al principio de este mensaje, y que considero muy importante: Familia humana, comunidad de paz. De hecho, la primera forma de comunión entre las personas es la que el amor suscita entre un hombre y una mujer decididos a unirse establemente para construir juntos una nueva familia. Pero también los pueblos de la tierra están llamados a establecer entre sí relaciones de solidaridad y colaboración, como corresponde a los miembros de la única familia humana: « Todos los pueblos —dice el Concilio Vaticano II— forman una única comunidad y tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la entera faz de la tierra (cf. Hch 17,26); también tienen un único fin último, Dios ».

Puedes acceder al mensaje completo en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/peace/documents/hf_ben-xvi_mes_20071208_xli-world-day-peace_sp.html#_ftn1