jueves, 21 de octubre de 2010

Orar con fe, sin fatigarse... 29º TOC

Compartimos aquí párrafos de la homilía de Benedicto XVI en la Misa de canonización de seis beatos. Una de ellos es una clarisa, la hermana Bautista Camila Varano. Puedes leer aquí también la parte en la que Benedicto XVI se refirió a ella.

La liturgia de este domingo nos ofrece una enseñanza fundamental: la necesidad de rezar siempre, sin cansarse. A veces nosotros nos cansamos de rezar, tenemos la impresión de que la oración no es tan útil para la vida, que es poco eficaz. Por eso somos tentados a dedicarnos a la actividad, a emplear todos los medios humanos para lograr nuestros objetivos, y no recurrimos a Dios. Jesús en cambio afirma que es necesario rezar siempre, y lo hace mediante una específica parábola. (cf. Lc 18, 1-8).
Ésta habla de un juez que no teme a Dios y no tiene cuidado por ninguno, un juez que no tiene una actitud positiva, sino que busca sólo el propio interés. No tiene temor al juicio de Dios y no tiene respeto por el prójimo. El otro personaje es una viuda, una persona en una situación de debilidad. En la Biblia, la viuda y el huérfano son las categorías más necesitadas, porque están indefensas y sin medios. La viuda va al juez y le pide justicia. Sus posibilidades de ser escuchada son casi nulas, porque el juez la desprecia y ella no puede hacer ninguna presión sobre él. Y menos apelar a principios religiosos, porque el juez no teme a Dios. Por eso esta viuda parece privada de toda posibilidad. Pero ella insiste, pide sin cansarse, es inoportuna, y así al fin logra obtener del juez el resultado. En este punto Jesús hace una reflexión, usando el argumento a fortiori [=con mayor razón; cuanto más]: si un juez injusto al final se deja convencer por la súplica de una viuda, cuanto más Dios, que es bueno, escuchará a quien le ruega. Dios de hecho es la generosidad en persona, es misericordioso, y por tanto está siempre dispuesto a escuchar las oraciones. Por tanto, nunca debemos desesperar, sino insistir siempre en la oración.
La conclusión del pasaje evangélico habla de la fe: “Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lc 18,8). Es una pregunta que quiere suscitar un aumento de fe por nuestra parte. Está claro de hecho que la oración debe ser expresión de fe, en caso contrario no es verdadera oración. Si uno no cree en la bondad de Dios, no puede rezar de una manera verdaderamente adecuada. La fe es esencial como base de la actitud de la oración.

Santa Battista Camilla Varano, monja clarisa del siglo XV, testimonió acabadamente el sentido evangélico de la vida, especialmente perseverando en la oración. Habiendo entrado a los 23 años en el monasterio de Urbino, se insertó como protagonista en ese vasto movimiento de reforma de la espiritualidad femenina franciscana que intentaba recuperar plenamente el carisma de santa Clara de Asís. Promovió nuevas fundaciones monásticas en Camerino, donde fue elegida abadesa varias veces, en Fermo y en San Severino. La vida de santa Battista, totalmente inmersa en las profundidades divinas, fue una ascensión constante en el camino de la perfección, con un amor heroico a Dios y al prójimo. Estuvo marcada por grandes sufrimientos y místicas consolaciones; había decidido de hecho, como ella misma escribe, “entrar en el Sacratísimo Corazón de Jesús y ahogarse en el océano de sus acerbísimos sufrimientos”. En un momento en que la Iglesia sufría un relajamiento de las costumbres, ella recorre con decisión el camino de la penitencia y de la oración, animada por el ardiente deseo de renovación del Cuerpo místico de Cristo.

Tu fe te ha salvado... 28º TOC

Te comparto la parte final de la reflexión de Ileana Mortari para este domingo 28º durante el año.
http://www.chiediloallateologa.it/ileana/index.php

¿Cuál es el significado del episodio? En la óptica del evangelista Lucas es éste uno de los numerosos casos en los cuales los judíos, el “pueblo elegido”, no reconocen los “signos”, por otra parte claramente indicados en las Escrituras, que los llevarían a reconocer en Jesús el Mesías, el Salvador; mientras que tal reconocimiento adviene por parte de gente “lejana”, que no tenía el auxilio de los textos sagrados. ¡Cuántas veces Jesús exclama haber encontrado más fe en un extranjero (o extranjera) que en todo Israel! Y que en el caso de nuestro samaritano se trate de auténtica fe, se ve claramente en las palabras mismas de Jesús: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado
Por lo tanto, los nueve judíos han sido “sanados”, él en cambio ha sido “salvado”, la diferencia es abismal. En el primer caso se trata de una recuperación de la salud a nivel físico, en el segundo de una renovación total, no sólo de la piel purulenta, sino de toda la persona, exterior e interior.
Y aquí es posible ver muy bien el nexo entre liberación y salvación en la perspectiva hebraico-cristiana. El Dios de Israel es sobre todo Aquel que libera de toda forma de esclavitud y de prisión en el plano concreto, histórico: pensemos en el éxodo del pueblo hebreo de Egipto y el retorno de Babilonia; y análogamente en el episodio de Lucas Jesús demuestra su poder divino sobre todo liberando a los diez enfermos de aquella condena física y civil que era la lepra.
Pero el Dios del Éxodo es también Aquel que pide a su pueblo (que ha liberado de los egipcios y de los babilonios) reconocerlo como su único Señor, de seguirlo observando sus mandamientos, de tener confianza en Él, Señor de la vida y Salvador, que triunfará sobre toda forma de mal y de sufrimiento individual y colectivo. El pueblo hebreo sin embargo ha permanecido en su historia, las más de las veces, sordo e ingrato frente a Jahvé.
Análogamente, Jesús se lamenta que, de diez sanados, sólo uno haya de verdad reconocido y agradecido, mostrando fe en él y (podríamos presumir) cambiando desde lo profundo su vida, es decir, “convirtiéndose”. Uno sobre diez, y para más extranjero. Esto debería hacernos reflexionar mucho, ya sea para preguntarnos con quién o quienes nos identificamos de las dos posiciones, ya sea para no asombrarnos tanto de la frase un tanto extraña que Jesús hubo pronunciado poco después: “Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lucas 18, 8)

jueves, 7 de octubre de 2010

Te alabo Padre ... Domingo 27º TOC

san Francisco de Asís

El día 3 de octubre –este año coincide con el Domingo- a la tarde-noche celebramos cada año el Tránsito del hermano Francisco de Asís. El día 4 de octubre propio celebramos la Solemnidad. Por esta razón posteo aquí párrafos de la Homilía del Hno Mtro Gral fray José Rodriguez Carballo OFM, de la Misa del día 4 de octubre.


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1.“Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11, 25). ¡Qué hermoso que la Liturgia de la madre Iglesia haya querido inserir la fiesta de san Francisco en este himno de alegría pronunciado por Jesús! Y que ha visto al Poverello de Asís entre los pequeños a los que el Padre le ha revelado los misterios del Reino! ¡Qué hermoso volver escuchar este himno de alegría que prorrumpe del corazón de Cristo y que invade a san Francisco! Francisco ciertamente se constituyó para Jesús en una gran alegría, pues se encuentra entre los pequeños a los que el Padre le ha revelado los secretos ocultos que ni los sabios de este mundo, ni los inteligentes han podido penetrar.
2. Pero preguntémonos: ¿por qué el Padre ha ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las ha revelado a los pequeños? ¿Por qué se las ha revelado al pequeño Francisco, a este Poverello que después de 800 años continuamos siguiendo y admirando con renovado asombro? Él, simplex et idiota (simple e idiota), come él mismo se solía presentar? La respuesta la encontramos si non ponemos frente a la vida de san Francisco, si miramos cuidadosamente su relación con el Señor y, en particular, su relación con el Señor que le hablaba. ¿Cuál es la relación entre el Poverello de Asís y la Palabra de Dios?
• Su acercamiento es sobre todo radicalmente RELACIONAL: yo – tú, sine glossa, sin interferencias. El corazón de Francisco se abre completamente al Señor que le habla. Es plenamente conciente de que en la Palabra es Dios mismo quien se nos hace cercano. De ello nace un diálogo profundo, continuo, constructivo. Un diálogo que hace fluir del corazón de Francisco un inmenso asombro, al ver que el Altísimo Dios se inclina ante su criatura: “Quién eres tú, Altísimo Señor Dios, y quien soy yo tu vil gusano?” Es precisamente esta ilimitada admiración que preserva el corazón de Francisco de toda tentación de sentirse sabio e inteligente, y lo mantiene en una profunda humildad y en una íntima alegría;
• Pero no es sólo relacional su acercamiento a la Palabra, también es COMUNIONAL: Francisco sabe bien que cuando el Señor le habla y él responde, se da una comunión que se va construyendo, sabe bien que la Palabra escuchada y, aún más comida, lo edifica como hombre de Dios. Sabe bien que para la ley del amor, nace la conformación entre el Señor que habla y él que escucha, entre el amante y el amado. Es precisamente esta íntima comunión el gran secreto de Francisco que él, como dejó escrito en la última Admonición (Adm 28), quiere conservar en lo profundo de su persona. Será el sello de los Estigmas el que hará visible a todos esta conformación al amado Crucificado. De esta manera, los signos de la Pasión impresos en la carne de Francisco expresan a un tiempo el máximo fruto de esta comunión de vida y la intención de Dios mismo de querer mostrar visiblemente a todos a su pequeño-grande Francisco.
• Otro rasgo característico de la relación con la Palabra es el que podremos llamar CONTINGENTE: la Palabra habla AHORA, habla AQUÍ. No en el pasado, no en otras geografías, sino precisamente en este momento, exactamente en este lugar en el que me encuentro. Francisco fue un excelente oyente en este sentido. Él fue muy cuidadoso en poner en práctica la Palabra, en donde se encontrara. En la óptica del amor, Francisco nunca hubiera soportado faltarle el respeto al Señor, haciéndolo esperar, dejando caer aunque fuera tan sólo una sílaba pronunciada por él, o dando interpretaciones que retrasaran la pronta ejecución. Junto con el Salmista, Francisco fue capaz de decir: “yo tengo siempre presente a Yahvé, con él a mi derecha no vacilo” (Sal 15,8).
• Así es que para Francisco la Palabra no es para acogerse de manera intelectual, para saber sola verba (solamente palabras) – como afirma en la Admonición séptima (Adm 7,3) – sino de manera existencial, reconociéndola como fundamento de la propia existencia. Así es como el pequeño Francisco pudo conocer los misterios divinos, en su humildad, en su pequeñez y simplicidad. Así fue como pudo tener el don de la compresión de la Escritura: “poseía dentro de sí –afirma san Buenaventura (LM XI,2)- al Maestro de las sagradas letras, por la plenitud de la unción del Espíritu Santo”.
3. “En cuanto a mí, ¡Dios me libre de presumir si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6,14). El otro libro estudiado con amor por san Francisco es la Cruz de Cristo, el Hijo de Dios Crucificado. Ya en el tugurio de Rivotorto, cuando los hermanos eran todavía pocos y no tenían libros, Francisco “repasaba día y noche con mirada continua el libro de la Cruz de Cristo” (LM IV, 3). Desde el inicio hasta el final de su vida, desde el encuentro con el Crucifijo de San Damián a la impresión de los Estigmas en el Alverna, el Crucificado está delante de los ojos de Francisco como el Amor de Dios que se ha dejado clavar en la cruz por nuestra salvación. Y es este amor que Francisco quiere acoger, conformándose a él, haciéndose semejante. ¡La acogida del Crucificado ha sido tal que se convierte en con- crucificado! Una vez más, la cruz fue para Francisco, la clave para comprender las Escrituras, para entender plenamente la Palabra de Dios. Fue precisamente esta clave, la Pasión de Dios por sus criaturas, quien hizo al pequeño Francisco un gran sabio, una verdadera “exégesis de la palabra de Dios”.

Caminemos hacia el hermano... Domingo 26º TOC

Para este Domingo tomamos algunos párrafos de la reflexión de P. Patrice Bergeron, biblista de Montreal, Canadá.
http://www.interbible.org/interBible/cithare/celebrer/index.htm

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Este relato no es más que la ilustración, en parábola, de la enseñanza que el Jesús de Lucas ha dado ya en varias ocasiones, a esta altura de su Evangelio, a propósito del uso de las riquezas. La Parábola está al servicio de la respuesta al enriquecimiento de los fariseos que aman el dinero (Lc 16,14). Jesús quiere, por la parábola, desmontar una creencia del judaísmo, tan peligrosa como tenaz, según la cual la prosperidad material sería un signo de bendición divina y, su terrible y cruel reverso, que la pobreza sería una maldición sin duda merecida.

Un relato en contrastes
La parábola de Lázaro y el rico malvado es un discurso hecho todo en contraste. Los discursos en contraste son sin duda una manera muy judía, muy rabínica, de predicar (al menos, la Biblia nos da varios ejemplos de ello). Claros, simples, tienen la ventaja de sacudir el imaginario, de hacer asimilar fácilmente la lección. Porque el auditor que escucha el discurso en contraste, debe obligadamente en su cabeza ponerse de un lado o del otro. Por el contrario, estos discursos tienen el defecto de su calidad: no tienen matices. Raramente la situación de un hombre es todo blanco o todo negro, los discursos en contraste eclipsan, en favor de la eficacia, los tonos grises de los cuales la vida está a menudo teñida.

...contrastes aquí
¿Cuáles son los contrastes de nuestro relato? Lucas, en su genio innegable de narrador, no podría pintar situaciones más opuestas que las de estos dos hombres. Por un lado, un hombre rico, cubierto de vestimentas de lujo y muchas, cada día, de festines suntuosos; por el otro, un, pobre, Lázaro, cubierto de llagas, que no sólo querría de buena gana comer de lo que caía de la mesa del rico, sino que, de algún modo, «es comido» por los perros ¡que le lamen sus heridas! Conociendo la repugnancia que la Biblia tiene por este animal, nos damos cuenta que nos quiere decir que Lázaro está en la peor de las miserias humanas. Remarca también que el pobre tiene un nombre, y un nombre significativo [Lázaro = “Aquel que Dios ayuda”], le confiere una dignidad que falta al rico que permanece anónimo. Detalle elocuente que revela, en el Jesús de Lucas, su opción preferencial por los pobres y anuncia el cambio total de las situaciones en el Reino de Dios. Los dos hombres no son iguales sino frente a la muerte que les llega. No obstante sus maneras de pasar «al otro lado» contrastan aun.

...contrastes allá
El pobre murió, y los ángeles lo llevaron junto a Abrahán. El rico murió también, y lo sepultaron.
Lázaro, no posee nada en la tierra, es «elevado»; el rico, muy apegado durante su vida a lo bienes materiales, es «descendido», permanece simbólicamente ligado a la tierra. Sus suertes, en la morada de los muertos, se encuentran invertidas: la fortuna terrestre es víctima del sufrimiento, el infortunio terrestre goza de la felicidad de los justos junto a Abrahán.

La urgencia de la conversión
Lo llamó y le dijo: -Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro, para que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua; pues me torturan estas llamas.
Contrariamente a lo que deja presagiar el comienzo de la parábola, en la morada de los muertos, el rico conoce a Lázaro, lo ve y finalmente lo llama por su nombre, siendo que no había tenido cuidado de él hasta el último momento cuando yacía, con hambre y enfermo, frente a su puerta. Lucas, un fino narrador, lleva lo odioso hasta el último extremo, pues si Lázaro de pronto ahora existe para el rico, no es sino para ponerlo a su servicio, subrayando aun más el egoísmo culpable del rico atormentado. Pero un abismo infranqueable los separa definitivamente. Notemos que esta «fosa» entre el Lázaro y el rico ya existía: en la tierra habría sido franqueable, si el rico hubiera dado pasos hacia su hermano. En la morada de los muertos, esta fosa, cavada por el rico mismo, llegó a ser definitiva e irrevocable. Se recoge, en esta imagen, una idea cara al Evangelio de Lucas, la de la urgencia de la conversión, mientras hay tiempo.
[Abrahán] Le dijo: Si no escuchan a Moisés ni a los profetas, aunque un muerto resucite, no le harán caso.
El punto máximo de la parábola reside en su final. A la demanda del rico de enviar a Lázaro «resucitado» a la casa de sus hermanos para «convertirlos», Abrahán ordena, no sin ironía, tomar en serio la Palabra de Dios –en la que, mucho antes del Evangelio, se han escuchado resonar las llamadas a compartir con los más pobres- en lugar de esperar signos extraordinarios.

Sirve al Señor, con fidelidad ... Domingo 25º TOC

Tomamos el comentario al Evangelio de este domingo del sitio http://www.debarim.it/ .En esta ocasión encontramos allí la reflexión de Mons. Silvio José Báez -Obispo Auxiliar de Managua-

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El evangelio (Lc 16, 1-13) inicia con la extraña parábola de un administrador corrupto, el cual, encontrándose en una situación desastrosa e irreversible pues su patrón ha descubierto que malgastaba sus bienes, reflexiona sobre su futuro y encuentra una solución, aunque ciertamente poco moral. El relato termina con el elogio de aquel administrador corrupto, no por lo que de ilegal e incorrecto ha cometido, sino porque ha sabido salir adelante y encontrar un medio para no sucumbir en una situación tan difícil (v. 8a). De la lógica de la narración se ve claro que no es Jesús directamente quien elogia al administrador, sino el patrón de la parábola, quien al momento de alabarlo no piensa en los intereses de su empresa, ni en la moralidad de su antiguo empleado, sino que solamente considera la habilidad y la astucia con la cual éste ha sabido salir de una situación desesperada.
Al final de la parábola se sacan algunas conclusiones sobre el comportamiento de los discípulos invitados a actuar con sagacidad e inteligencia:
(1) La primera aplicación se basa en la comparación entre “hijos de la luz” e “hijos de este mundo” (v. 8b). El administrador de la parábola es un “hijo de este mundo” y ha sabido actuar con más agudeza, coraje y astucia, que la que tienen muchas veces los “hijos de la luz”, es decir, los discípulos. Estos últimos, en relación con el Reino de Dios, deberían ser tan perspicaces y listos en su vida de fe, como lo son aquellos que se preocupan sólo de sus propios negocios e intereses económicos.
(2) La segunda aplicación muestra lo que significa para los hijos de la luz ser “astutos”. Jesús les dirige a los discípulos la invitación a hacerse amigos con “la riqueza injusta”, expresión que en el evangelio de Lucas designa a la riqueza en general, la cual siempre se obtiene a costa de otros que viven en situación de pobreza y necesidad a causa de la injusta distribución de bienes entre los hombres. “Hacerse amigos con la riqueza injusta” quiere decir solidarizarse con los pobres de este mundo y poner nuestros bienes al servicio de los más necesitados (véase Lucas 12,33!). Estos pobres y necesitados llegarán a ser aquellos amigos que nos acogerán “en las moradas eternas” (Lc 16, 9), de tal forma que nuestra relación con los pobres llega a convertirse en criterio decisivo de salvación. La frase metafórica de Jesús afirma que, después de la muerte, quien ha dado con generosidad a los pobres será acogido en la comunión con Dios.
(3) La tercera aplicación hace referencia a la vida del creyente en relación con los bienes materiales. A través de una máxima de sabiduría general (v. 10: “El que es de fiar en lo poco, es de fiar en lo mucho, y el que es injusto en lo poco, lo es también en lo mucho”), Jesús hace notar la relación entre la salvación definitiva y nuestra forma de comportarnos con la riqueza. El “poco” corresponde a “la riqueza inicua” y el “ser fieles” significa dar los propios bienes a los pobres. Solamente viviendo con esta fidelidad es posible esperar la “verdadera riqueza” que corresponde a la acogida escatológica en el Reino definitivo. En una segunda comparación, la “riqueza ajena” corresponde a la riqueza injusta que debe ser abandonada, y la “propia riqueza” se identifica con la salvación escatológica. Quien se apega a los bienes y es ávido de dinero, se hace incapaz de acoger la salvación que se manifiesta en Jesús, el cual invita a los suyos a abandonarlo todo para poder seguirlo (Lc 14,33).
(4) La cuarta aplicación se refiere al antagonismo entre los dos señores. En la antigüedad el esclavo podía servir sólo a un único señor, y esto mismo vale en relación con Dios y el dinero. Son como dos adversarios en eterno conflicto. Aunque la lucha no se desarrolla directamente entre ellos, sino que ocurre en el interior del hombre, que es llamado a optar por servir a uno o a otro. El peligro de la riqueza es que puede llegar a ocupar el lugar de Dios, generando en forma misteriosa e inconsciente una forma de esclavitud y de culto. Los dos “servicios”, a Dios y al dinero, se mueven en planos de lógica diversa y contrastante. El servicio a Dios genera la lógica del amor y de la fraternidad, del dar y de la generosidad; el servicio al dinero, en cambio, la lógica del provecho personal, de la competencia, del tener y de la ambición. Con razón Jesús afirma que: “Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13).