sábado, 29 de diciembre de 2007

Primera Lectura Dgo. 30 de Dic.

Domingo de la Sagrada Familia

Eclesiástico 3, 3-7. 14-17

El que honra a su padre expía sus pecados
y el que respeta a su madre es como quien acumula un tesoro.
El que honra a su padre encontrará alegría en sus hijos
y cuando ore, será escuchado.
El que respeta a su padre tendrá larga vida
y el que obedece al Señor da tranquilidad a su madre.
El que teme al Señor honra a su padre
y sirve como a sus dueños a quienes le dieron la vida.
La ayuda prestada a un padre no caerá en el olvido
y te servirá de reparación por tus pecados.

Cuando estés en la aflicción, el Señor se acordará de ti,
y se disolverán tus pecados como la escarcha con el calor.
El que abandona a su padre es como un blasfemo
y el que irrita a su madre es maldecido por el Señor.
Hijo mío, realiza tus obras con modestia
y serás amado por los que agradan a Dios.

Salmo del Dgo. 30 de Dic.

Salmo 127, 1-5

R. ¡Felices los que temen al Señor y siguen sus caminos!

¡Feliz el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás feliz y todo te irá bien.

Tu esposa será como vid fecunda
en el seno de tu hogar;
tus hijos, como retoños de olivo
alrededor de tu mesa.

¡Será bendecido
el hombre que teme al Señor !
¡Que el Señor te bendiga desde Sión
todos los días de tu vida:
que contemples la paz de Jerusalén!

Segunda Lectura Dgo. 30 de Dic.

Colosenses 3, 12-21

Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivos de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.
Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias.
Que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Instrúyanse en la verdadera sabiduría, corrigiéndose los unos a los otros. Canten a Dios con gratitud y de todo corazón salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en Nombre del Señor Jesús, dando gracias por Él a Dios Padre.
Mujeres, respeten a su marido, como corresponde a los discípulos del Señor.
Maridos, amen a su mujer, y no le amarguen la vida. Hijos, obedezcan siempre a sus padres, porque esto es agradable al Señor. Padres, no exasperen a sus hijos, para que ellos no se desanimen.

Evangelio del Dgo. 30 de Dic.

Mateo 2,13-15.19-23

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta:
«Desde Egipto llamé a mi hijo».
Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas:
« Será llamado Nazareno».

Les traigo una buena noticia

«Una gran alegría para todo el pueblo», es el anuncio del nacimiento del Niño de Belén. Los oyentes son esos pastorcitos de los alrededores del humilde paraje de Belén. Excelentes oyentes que, transformados por el mensaje, se vuelven a su vez anunciadores de la alegre noticia en el mismo centro del acontecer, en el pesebre. Los escuchan san José y la Virgen, entre otros, y la Madre guardaba esos relatos en su corazón. Estos humildísimos hombres con el Evangelio en sus corazones y en sus voces, en la Noche Santa, en la Noche de la Paz!!!. Aquel Día es también Hoy. El anuncio de los pastores resuena también hoy.
Santa HUMILDAD, con tu hermana la santa pobreza, vengan a abrirnos a este Misterio de Amor incomparable, la encarnación de la Palabra, a este Dios pequeñito que está viniendo siempre para hacernos como Él.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Primera Lectura de 24 de Dic.


Misa de Medianoche
Isaías 9, 1-6

El pueblo que caminaba en las tinieblas
ha visto una gran luz;
sobre los que habitaban en el país de la oscuridad
ha brillado una luz.
Tú has multiplicado la alegría,
has acrecentado el gozo;
ellos se regocijan en tu presencia,
como se goza en la cosecha,
como cuando reina la alegría
por el reparto del botín.

Porque el yugo que pesaba sobre él,
la barra sobre su espalda
y el palo de su carcelero,
todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.
Porque las botas usadas en la refriega
y las túnicas manchadas de sangre,
serán presa de las llamas,
pasto del fuego.

Porque un niño nos ha nacido,
un hijo nos ha sido dado.
La soberanía reposa sobre sus hombros
y se le da por nombre:
«Consejero maravilloso, Dios fuerte,
Padre para siempre, Príncipe de la paz».
Su soberanía será grande,
y habrá una paz sin fin
para el trono de David
y para su reino;
él lo establecerá y lo sostendrá
por el derecho y la justicia,
desde ahora y para siempre.
El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.

Salmo del 24 de Dic.

Misa de Medianoche
Salmo 95, 1-3.11-13

R. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre.

Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.

Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque.

Griten de gozo delante del Señor,
porque Él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad.

Segunda Lectura del 24 de Dic.

Misa de Medianoche
Carta a Tito 2, 11-14

La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.

Evangelio del 24 de Dic.

Misa de Medianoche
Lucas 2, 1-14

Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«¡Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra paz a los hombres amados por Él!»

No temas ...

«José... no temas recibir a María...». También María recibió este aliento del Ángel Gabriel, «No temas, María, porque Dios te ha favorecido» y a Zacarías el Ángel del Señor le dice, «No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada ...». A María y José se les anunciaba la concepción de un hijo en el seno de la Virgen por obra del Espíritu Santo, a Zacarías la concepción de su hijo el Precursor. De Dios no pueden venirnos sino bienes, hemos recibido de Él el Sumo Bien, el Bien Total; Él mismo se nos ha dado en Jesús. ¿Por qué, entonces, el temor -que es propio experimentarlo frente a alguien o a algo amenazante- de estos santos ante la cercanía del mensajero de Dios? Vemos que no es mera cercanía sino que es cercanía y anuncio que los involucra de lleno. Necesitan la confirmación de lo que entienden, necesitan ser encontrados por esas palabras y ser convencidos hasta sacar desde la hondura del corazón la respuesta, el asentimiento cargado de alegría que los ha transformado. En esta necesidad que es similar en nosotros para los anuncios-envíos, que nos buscan de parte del Señor contamos con la Iglesia para ayudarnos a que la Palabra nos llegue a las entrañas transformándonos en respuesta convencida y sostenida en la alegría de la fe, para ser fecundos en el matrimonio y la familia que es su lugar existencial central -cargado de vida- para los esposos y padres llamados por Dios a esa misión; para los religiosos y los sacerdotes en sus consagraciones y ministerios; para los laicos en sus compromisos tan empeñosos y significativos en la vida de la comunidad humana.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Primera Lectura del Dgo. 23 de Dic.

Isaías 7, 10-14

El Señor habló a Ajaz en estos términos:

«Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas.»

Pero Ajaz respondió:

«No lo pediré ni tentaré al Señor».

Isaías dijo:

«Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel».

Salmo del Dgo. 23 de Dic.

Salmo 23, 1-6

R. Va a entrar el Señor, el rey de la gloria.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes
porque Él la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos.

Él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Diso, su salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.

Segunda Lectura del Dgo. 23 de Dic.

Romanos 1, 1-7

Carta de Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios, que Él había prometido por medio de sus Profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor,
nacido de la estirpe de David
según la carne,
y constituído Hijo de Dios con poder
según el Espíritu santificador,
por su resurrección de entre los muertos.
Por Él hemos recibido la gracia y la misión apostólica,
a fin de conducir a la obediencia de la fe,
para gloria de su Nombre,
a todos los pueblos paganos,
entre los cuales se encuentran también ustedes,
que han sido llamados por Jesucristo.
A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, lleguen la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Evangelio del Dgo. 23 de Dic.

Mateo 1,18-24

Éste fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
"La Virgen concebirá
y dará a luz un hijo, a quien pondrán
el nombre de Emanuel",
que traducido significa: «Dios con nosotros».
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

Sean fuertes, no teman

«No se quejen los unos de los otros» nos exhorta Santiago y está muy buena esta recomendación; más bien ejercitar la paciencia, con fortaleza y ternura. ¿Por qué desconfiar de uno mismo en este punto y dejar pasar la ocasión del anuncio? La queja se enciende en el contacto con la fragilidad del otro, con sus defectos, con su pecado incluso, cuando nos encuentra débiles y vacíos de Espíritu. El anuncio se inspira y se hace posible en ese mismo contacto fraterno desde la Palabra, en la comunicación de la Palabra sobre todo con la actitud de vida. Así también puedo leer la bienaventuranza del Evangelio de este tercer Domingo «¡feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!»
Que sea Él para nosotros la fuente de la alegría y el fortalecimiento en la paciencia, para poder anunciar así la Buena Noticia a los pobres.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Primera Lectura del Dgo. 16 de Dic.


Isaías 35, 1-6a.10

¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca,
alégrese y florezca la estepa!
¡Sí, florezca como el narciso,
que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo!
Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor,
el esplendor de nuestro Dios.

Fortalezcan los brazos débiles,
robustezcan las rodillas vacilantes;
digan a los que están desalentados:
«¡Sean fuertes, no teman:
ahí está su Dios!
Llega la venganza, la represalia de Dios:
Él mismo viene a salvarlos».

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos,
entonces el tullido saltará como ciervo
y la lengua de los mudos gritará de júbilo.
Volverán los rescatados por el Señor;
y entrarán en Sión con gritos de júbilo,
coronados de una alegría perpetua:
los acompañarán el gozo y la alegría,
la tristeza y los gemidos se alejarán.

Salmo del Dgo. 16 de Dic.

Salmo 145, 6-10

R. Señor, ven a salvarnos.

El Señor mantiene su fidelidad para siempre,
hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.

El Señor abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor ama a los justos,
y protege a los extranjeros.

Sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones.

Segunda Lectura Dgo. 16 de Dic.

Santiago 5, 7-10

Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en Nombre del Señor.

Evangelio del Dgo. 16 de Dic.

Mateo 11, 2-11

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:
«¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»
Jesús les respondió:
«Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!»
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo:
«¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.
¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquél de quien está escrito:
"Yo envío a mi mensajero delante de ti,
para prepararte el camino".
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él».

el fruto de una sincera conversión

Compartamos parte de la reflexión del Angelus del Papa Benedicto XVI del Domingo pasado que nos ayuda a asimilar la Palabra escuchada.

Mientras prosigue el camino del Adviento, mientras nos preparamos para celebrar el Nacimiento de Cristo, resuena en nuestras comunidades esta exhortación de Juan Bautista a la conversión. Es una invitación apremiante a abrir el corazón y acoger al Hijo de Dios que viene a nosotros para manifestar el juicio divino. El Padre —escribe el evangelista san Juan— no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre (cf. Jn 5, 22. 27). Hoy, en el presente, es cuando se juega nuestro destino futuro; con el comportamiento concreto que tenemos en esta vida decidimos nuestro destino eterno. En el ocaso de nuestros días en la tierra, en el momento de la muerte, seremos juzgados según nuestra semejanza o desemejanza con el Niño que está a punto de nacer en la pobre cueva de Belén, puesto que él es el criterio de medida que Dios ha dado a la humanidad.
El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo unigénito nos manifestó su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos convirtiendo, como él, nuestra existencia en un don de amor. Y los frutos del amor son los «frutos dignos de conversión» a los que hacía referencia san Juan Bautista cuando, con palabras tajantes, se dirigía a los fariseos y a los saduceos que acudían entre la multitud a su bautismo.
Mediante el Evangelio, Juan Bautista sigue hablando a lo largo de los siglos a todas las generaciones. Sus palabras claras y duras resultan muy saludables para nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo, en el que, por desgracia, también el modo de vivir y percibir la Navidad muy a menudo sufre las consecuencias de una mentalidad materialista. La "voz" del gran profeta nos pide que preparemos el camino del Señor que viene, en los desiertos de hoy, desiertos exteriores e interiores, sedientos del agua viva que es Cristo.
Que la Virgen María nos guíe a una auténtica conversión del corazón, a fin de que podamos realizar las opciones necesarias para sintonizar nuestra mentalidad con el Evangelio.

martes, 11 de diciembre de 2007

Primera Lectura del Dgo. 9 de Dic.

Isaías 11, 1-10

Saldrá una rama del tronco de Jesé
y un retoño brotará de sus raíces.
Sobre él reposará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de ciencia y de temor del Señor
-y lo inspirará el temor del Señor-.
Él no juzgará según las apariencias
ni decidirá por lo que oiga decir:
juzgará con justicia a los débiles
y decidirá con rectitud para los pobres del país;
herirá al violento con la vara de su boca
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia ceñirá su cintura
y la fidelidad ceñirá sus caderas.
El lobo habitará con el cordero
y el leopardo se recostará junto al cabrito;
el ternero y el cachorro de león pacerán juntos,
y un niño pequeño los conducirá;
la vaca y la osa vivirán en compañía,
sus crías se recostarán juntas,
y el león comerá paja lo mismo que el buey.
El niño de pecho jugará
sobre el agujero de la cobra,
y en la cueva de la víbora
meterá la mano el niño apenas destetado.
No se hará daño ni estragos
en toda mi Montaña santa,
porque el conocimiento del Señor llenará la tierra
como las aguas cubren el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
se erigirá como estandarte para los pueblos:
las naciones la buscarán
y la gloria será su morada.

Salmo del Dgo. 9 de Dic.

Salmo 71, 1-2. 7-8. 12-13.17

R. Que en sus días florezca la justicia.
O bien:
¡Ven, Señor, rey de justicia y de paz!

Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud.

Que en sus días florezca la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta el otro
y desde el Río hasta los confines de la tierra.

Porque Él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes.

Que perdure su nombre para siempre
y su linaje permanezca como el sol;
que Él sea la bendición de todos los pueblos
y todas las naciones lo proclamen feliz.

Segunda Lectura del Dgo. 9 de Dic.

Romanos 15, 4-9

Todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios. Porque les aseguro que Cristo se hizo servidor de los judíos para confirmar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas que Él había hecho a nuetros padres, y para que los paganos glorifiquen a Dios por su misericordia. Así lo enseña la Escritura cuando dice:
«Yo te alabo en medio de las naciones, Señor,
y cantaré en honor de tu Nombre».

Evangelio del Dgo. 9 de Dic.

Mateo 3, 1-12

En aquellos días, se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:
«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
A él se refería el profeta Isaías cuando dijo:
«Una voz grita en el desierto:
"Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos"».
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo:
«Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión y no se contenten con decir: "Tenemos por padre a Abraham". Porque yo les digo que de estas piedras, Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero Aquél que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible».

... revístanse del Señor Jesucristo

Pasaron algunos días del Adviento ya, tiempo oportuno para revestirse de Cristo, para vestirnos con la armadura de la luz, para caminar a la luz del Señor, como invita san Pablo en este primer Domingo. Qué bueno es participar del oficio de juez y de árbitro del Señor que transforma las armas -instrumentos de muerte-, en herramientas de trabajo -instrumentos de vida-, lo hace así cuando instruye en sus caminos, cuando nos lleva por sus sendas y el fruto es la paz. Firme es la voz que nos revela esta realidad que nos llena de esperanza; descubrimos nuestra historia como una noche ya avanzada, pronta a estallar en Luz, en amanecer. Esta realidad invita a vestir vestiduras adecuadas, es decir a proceder dignamente en todo. Estar prevenidos es estar así revestidos: de Cristo, de Evangelio, de Amor. El Hijo del hombre viene, en este Presente nuestro, en el andar del día, en los momentos menos pensados, en todos los encuentros, en todos los trabajos... cómo, al revés del Juez y del Árbitro justo y misericordioso, tantas veces hacemos todavía de los medios de promoción de la vida, ocasiones para provocar la muerte, andando a contratiempo y a destiempo del Señor que está viniendo; revestidos así de tiniebla no se cae en la cuenta que Él vendrá a la Hora menos pensada.